martes, noviembre 25, 2025

Orar se requiere acción.

En somoscristianos.org conectamos corazones con Cristo.

A veces los cristianos creemos que orar es suficiente. Nos arrodillamos, cerramos los ojos, hablamos con Dios y decimos con fe: “Señor, abre las puertas”, “Dame un trabajo”, “Cambia mi situación”, “Sáname”, “Bendice mi familia”. Y sí, la oración es poderosa. Pero si después de decir “amén” no hacemos nada, esa oración se queda suspendida en el aire, sin dirección ni fruto.

Dios no obra solo con palabras, sino con corazones dispuestos. Cuando oramos, abrimos el cielo. Pero cuando actuamos, abrimos el camino. Orar no significa quedarnos quietos esperando que todo caiga del cielo; significa levantarnos con fe y caminar confiando en que Dios ya está obrando.

Hay quienes oran por un trabajo, pero nunca actualizan su currículum ni salen a buscarlo. Otros piden a Dios una pareja, pero no trabajan en su carácter ni en su corazón. Algunos oran por prosperidad, pero no son fieles ni responsables con lo que ya tienen. Muchos claman por cambios en su vida, pero siguen repitiendo los mismos hábitos que los mantienen estancados.

Orar no es un sustituto de la acción. Es el punto de partida. Jesús oraba antes de cada milagro, pero después actuaba. Tocaba al enfermo, caminaba sobre el agua, alimentaba a la multitud, confrontaba al enemigo. Su oración y su acción iban de la mano.

En la Biblia, la fe nunca fue pasiva. Siempre fue acompañada de movimiento. Noé oró y construyó el arca. Abraham oró y salió hacia una tierra desconocida. Moisés oró y levantó su vara. Josué oró y dio vueltas a Jericó. Nehemías oró y reconstruyó los muros. Todos oraron, pero también hicieron su parte.

Cuando oramos sin actuar, es como sembrar una semilla y no regarla. La fe se demuestra en lo que hacemos, no solo en lo que decimos. La oración mueve el poder de Dios, pero la acción demuestra nuestra confianza en Él.

Dios no bendice la pereza disfrazada de espiritualidad. Él bendice al que se levanta, al que trabaja, al que busca, al que toca puertas, al que persevera. La Biblia dice: “La fe, si no tiene obras, está muerta en sí misma” (Santiago 2:17). Eso significa que creer sin actuar es igual que no creer.

Pedro no caminó sobre el agua por quedarse orando dentro de la barca. El milagro ocurrió cuando dio el paso. Dios ya le había hablado, pero Pedro tuvo que moverse. Y cuando lo hizo, experimentó lo imposible. Así es la fe: se activa cuando te atreves a dar un paso, aunque no veas el piso.

Muchos oran pidiendo dirección, pero no dan el primer paso. Esperan que Dios hable, pero no abren la Biblia. Piden sabiduría, pero no se detienen a escuchar. Quieren que Dios los use, pero no están dispuestos a servir. Dios no hace el trabajo que nos corresponde. Él nos guía, pero nosotros debemos caminar.

La fe no consiste en esperar sin hacer nada, sino en avanzar mientras confías. Abraham subió al monte con Isaac sin saber cómo Dios proveería, pero siguió caminando. Fue su acción lo que activó la provisión. En el momento exacto, Dios puso un cordero.

Si estás pidiendo un milagro, haz tu parte. Si oras por trabajo, sal a buscarlo. Si pides restauración, da el primer paso para perdonar. Si clamas por provisión, trabaja con diligencia. Si oras por propósito, sirve donde estés. Si pides fuerzas, deja el pecado que te debilita.

Orar y no actuar es como pedir lluvia y no preparar el campo. Dios puede enviar la lluvia, pero si el terreno no está listo, nada crecerá. Dios ya tiene preparado lo que necesitas, pero espera verte moverte en fe.

Cuando oras, Él te escucha. Pero cuando actúas, Él te respalda. Y cuando haces ambas cosas, Él se glorifica. La oración y la acción son las dos alas de la fe. Con una sola, no puedes volar.

La oración sin acción se convierte en una excusa; la acción sin oración se vuelve orgullo. Pero cuando las unes, todo cambia. Orar te conecta con el poder de Dios; actuar te conecta con el propósito de Dios.

Quizás Dios ya te respondió, pero tú no lo has notado porque sigues esperando desde el mismo lugar. Dios puede decir “sí”, pero espera que des el paso. La puerta está abierta, pero necesitas caminar hacia ella.

El milagro no ocurre mientras esperas, sino mientras obedeces. Cuando Dios le dijo a Moisés que levantara su vara frente al Mar Rojo, el mar no se abrió hasta que él obedeció. La oración de Moisés fue escuchada, pero el milagro se manifestó cuando actuó.

Dios quiere que ores, sí, pero también que creas que tu oración tiene poder y que tu fe tiene piernas. Porque la oración sin movimiento es solo deseo, y la acción sin oración es solo esfuerzo humano.

La oración es la semilla; la acción es el fruto.
Si oras por algo, demuestra tu fe con tus pasos. No esperes que todo cambie si tú no cambias. No esperes cosecha si no has sembrado. No esperes resultados si no te has movido. Dios promete bendecir el esfuerzo, no la pasividad.

Cuando oras y actúas, Dios abre caminos donde no los hay. Él pone gracia, favor, oportunidades y milagros en tu camino. Pero Él espera verte moverte.

Quizás hoy Dios te está diciendo: “Ya escuché tu oración, ahora muévete”.
Sal de tu zona cómoda. Deja el miedo. Da el paso. Cree que Dios camina contigo.

La fe no es esperar sentado; la fe es caminar sabiendo que Él va delante de ti.

Reflexión:
Orar es hablar con Dios, pero actuar es creerle. No te conformes con orar y esperar; ora, confía y haz lo que esté en tus manos. Dios no bendice las excusas, bendice la obediencia. Si das el primer paso, Él pondrá el segundo. Si te atreves a moverte, verás su poder en acción.

Oración:
Señor, gracias por escuchar mis oraciones. Enséñame a acompañarlas con acciones guiadas por tu voluntad. No permitas que mi fe se quede dormida. Que mis decisiones reflejen mi confianza en Ti. Ayúdame a avanzar con valentía, sabiendo que cuando me muevo en fe, Tú te mueves conmigo. Amén.

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