martes, noviembre 25, 2025

Cuando Dios se convierte en tu refugio – Salmo 118.



Antes de que sigas leyendo o escuchando, quédate conmigo hasta el final. Te lo digo sinceramente: este mensaje del Salmo 118 puede darte una fuerza y una paz que quizá hoy necesitas más de lo que imaginas. A veces una sola palabra de Dios cambia el rumbo del día… o de la vida. No sé si te ha pasado, pero hay días en los que uno se levanta sintiendo que el mundo nos queda un poco grande. Días donde parece que todos hablan, todos opinan, todos juzgan… y uno simplemente quiere un lugar seguro donde respirar. A mí me ha pasado. Y curiosamente, el Salmo 118 ha sido ese rincón donde he encontrado un descanso que no encuentro en ningún otro lado. Es un salmo que empieza con una frase tan sencilla que a veces no la valoramos: “Dad gracias a Jehová, porque Él es bueno; porque para siempre es Su misericordia.” Cuando uno está cansado, con problemas encima, con deudas, con preocupaciones, escuchar que la misericordia de Dios es “para siempre” no es poesía: es un salvavidas.

El salmista, quien sea que lo haya escrito, no estaba sentado en una hamaca disfrutando la vida. Todo lo contrario. Había enemigos alrededor, había presión, había angustia. Y aun así empieza dando gracias. Qué curioso, ¿no? Cuando uno la está pasando mal, lo último que se nos ocurre es agradecer. Pero este salmo parece agarrarnos la cara con las dos manos y decirnos: “Ey, no te olvides… Dios sigue siendo bueno. No porque te esté yendo bien, sino porque Él sigue siendo Él.”

Mientras voy leyendo este salmo, me impresiona que no es un mensaje espiritual “bonito”, sino un testimonio real de alguien que sintió miedo de verdad. Dice: “En mi angustia invoqué a Jehová, y me respondió Jehová, y me puso en lugar espacioso.” Esa frase, “lugar espacioso”, me ha acompañado tantas veces cuando me he sentido atrapado. Cuando la vida se vuelve como un cuarto sin ventanas, sin aire, sin salida… Dios abre una puerta donde uno pensaba que ya no había nada. El salmista no dice “me dio todo lo que quería”, sino “me respondió”. A veces esa respuesta es fuerza, otras veces es paz, otras veces es simplemente la sensación de que no estás solo. Pero siempre, siempre responde.

Una de las frases más fuertes del Salmo 118 es esta: “Jehová está conmigo; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.” Y ahí es donde uno se detiene. Porque la verdad es que sí nos da miedo lo que “el hombre” puede hacer: lo que el patrón pueda decir, lo que el banco pueda mandar, lo que el doctor pueda diagnosticar, lo que la economía pueda complicar, lo que la familia pueda criticar. A veces los golpes no vienen del diablo, vienen de gente que uno ama o respeta. Pero el salmista lo dice con convicción: “No temeré lo que me pueda hacer el hombre.” No es arrogancia; es descanso. Es saber que Dios tiene la última palabra.

Más adelante dice algo todavía más directo: “Me empujaste con violencia para que cayese, pero me ayudó Jehová.” Esa parte me encanta porque es completamente humana. ¿Quién no ha sentido que la vida lo empujó? A veces son traiciones, a veces son pérdidas, a veces son decisiones que uno tomó y ahora pesan, a veces son circunstancias que simplemente llegaron sin pedir permiso. Pero lo importante está al final: “…pero me ayudó Jehová.” Y ahí cambia todo. No es que el golpe no duela, pero con la ayuda de Dios uno se levanta distinto. No igual… distinto. Más fuerte. Más consciente. Más maduro. Más agradecido.

Luego viene un verso que muchos cantamos sin pensar demasiado: “La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo.” Es un verso mesiánico, claro, pero también es una realidad espiritual para cualquiera que ha sido rechazado, ignorado o subestimado. A veces Dios permite que seas rechazado por personas porque Él tiene un lugar para ti donde vas a encajar perfectamente. Y cuando Él te coloca en ese lugar, no hay mano humana que pueda quitarte.

Este salmo también tiene una frase que repetimos mucho: “Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él.” Pero cuando la lees dentro del contexto del salmo, entiendes que no está hablando de un día perfecto, ni de vacaciones, ni de un día sin problemas. Está hablando de un día donde Dios te sostuvo, un día donde pensaste que no ibas a poder y aun así seguiste. Ese tipo de días también los hace el Señor. No solo los bonitos.

Mientras avanzas en la lectura, te das cuenta de que el corazón del salmo es simple: Dios sigue siendo bueno incluso cuando la vida no lo es. Y eso cambia la forma en la que uno respira. Cuando todo está mal, Él sigue siendo bueno. Cuando te quedas sin fuerzas, Él sigue siendo bueno. Cuando te traicionan, Él sigue siendo bueno. Cuando sientes que ya no puedes, Él sigue siendo bueno. Y cuando finalmente ves Su mano levantarte, entiendes por qué el salmo vuelve una y otra vez a repetir lo mismo: “Porque para siempre es Su misericordia.”

Algo que siempre me sorprende de este salmo es que no es triunfalista. No es de esos textos donde todo es victoria, victoria, victoria. Es honesto. Es crudo. Es la mezcla perfecta entre debilidad humana y fidelidad divina. Es el testimonio de alguien que llegó al borde, pero no cayó. Es como escuchar a alguien decir: “Sí, estuve al límite… pero Dios llegó.”

Y eso lo hace tan perfecto para nosotros hoy. Porque todos, en algún momento, llegamos a ese borde. A todos nos toca la angustia. A todos nos toca sentir que la vida se nos viene encima. A todos nos toca un enemigo que se burla, una situación que aprieta, una preocupación que no se va. Y es ahí donde el Salmo 118 se convierte en una especie de abrazo espiritual. Como si Dios te dijera: “No te asustes. Yo estoy aquí.”

Cuando llegas al final del salmo, encuentras un grito sincero: “Te alabaré porque me has oído, y me fuiste por salvación.” Y así es Dios. Uno clama… y Él escucha. Uno pide ayuda… y Él llega. Y cuando lo hace, uno no puede evitar agradecer. No porque ya no haya problemas, sino porque ahora ya no estás solo en medio de ellos.

Quisiera cerrar este devocional recordándote algo muy sencillo, pero que a veces olvidamos: si hoy estás de pie, no es por suerte. Es porque Dios te ha sostenido. Y si Él te ha sostenido hasta aquí, créeme, no te va a soltar justo ahora.

Antes de terminar, quiero dejarte esta reflexión… Cuando parece que la vida se desordena, Dios sigue siendo tu lugar seguro. No necesitas entender todo lo que está pasando para descansar en Él. Solo necesitas recordar que Su misericordia no se agota, no caduca y no depende de cómo te sientas hoy. Él está contigo. Él pelea por ti. Y Él te dará un “lugar espacioso” justo cuando más lo necesites.

Te invito a unirte conmigo en esta oración… Señor, necesito que este salmo se haga real en mi vida. Ayúdame a descansar en tu bondad aunque mis circunstancias no cambien todavía. Líbrame del miedo, de la ansiedad y del peso que llevo por dentro. Sostén mis pasos cuando siento que voy a caer, y recuérdame que Tu misericordia es para siempre. Te entrego este día, mis preocupaciones y todo lo que no puedo controlar. Sé Tú mi fuerza, mi refugio y mi paz. Amén.

En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.

También te puede interesar:

COMENTARIOS EN FACEBOOK

COMENTARIOS EN SOMOSCRISTIANOS