Desde tiempos antiguos, Israel ha sido mucho más que un país en el mapa; es el epicentro espiritual y profético de la humanidad. A lo largo de la historia, las naciones han girado sus ojos hacia esta pequeña franja de tierra en el Medio Oriente, sin comprender del todo por qué tanto poder, conflicto y atención se concentran en un lugar tan reducido. Pero los que conocemos la Palabra de Dios sabemos que no es casualidad. Israel no es un país cualquiera: es el reloj de Dios para medir los tiempos del fin.
En Ezequiel 5:5 el Señor dice: “Así ha dicho Jehová el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella.” Ese “en medio” no solo es geográfico, es también espiritual. Dios colocó a Israel como el centro de su plan para la redención, el escenario donde se cumplieron y se cumplirán las más grandes profecías. Desde Abraham hasta nuestros días, cada evento que envuelve a Israel tiene un significado que trasciende la política y apunta a lo eterno.
Hoy, mientras el mundo observa con preocupación los conflictos y alianzas en torno a Israel, muchos no perciben que detrás de cada movimiento hay un propósito divino. En el “ajedrez político” global, Israel parece ser una pieza pequeña, pero en realidad es el reloj que marca el tiempo profético de la humanidad. Las guerras, los tratados, las divisiones y los ataques contra su soberanía no son hechos aislados: son parte de un tablero donde Dios permite que las piezas se acomoden rumbo a su cumplimiento final.
Jesús lo dijo claramente en Mateo 24:32-33: “De la higuera aprended la parábola: cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas.” La higuera representa a Israel. El renacimiento de la nación en 1948 fue más que un evento político; fue una señal profética de que el reloj del fin volvió a andar. Desde ese momento, el mundo ha entrado en una cuenta regresiva espiritual.
Cuando observamos cómo Israel se mantiene firme en medio de enemigos poderosos, podemos entender que Dios sigue cumpliendo su promesa: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré” (Génesis 12:3). Ninguna potencia, por grande que sea, ha podido borrar su existencia. Es un recordatorio de que el propósito de Dios no se detiene por las decisiones humanas.
Reflexión
Israel no es un tema lejano para el creyente, es una señal viva del plan de Dios. Así como los relojes marcan la hora natural, Israel marca la hora profética. Cada vez que una noticia involucra su territorio, deberíamos mirarla no solo con los ojos del mundo, sino con discernimiento espiritual. Jesús no nos mandó a especular fechas, pero sí a discernir los tiempos.
Tal vez el mundo lo vea como un conflicto político más, pero el cristiano entiende que las piezas se están moviendo con precisión divina. El mismo escenario donde Cristo vino una vez se prepara para su regreso glorioso. Por eso, en lugar de temer, debemos afirmar nuestra fe y mantenernos firmes en oración por la paz de Jerusalén, como dice Salmos 122:6: “Pedid por la paz de Jerusalén; sean prosperados los que te aman.”
Cuando el mundo parece girar sin sentido, recordemos que el reloj de Dios sigue andando. Israel marca las horas del cumplimiento, y nosotros debemos estar atentos, porque el sonido de ese reloj anuncia que el Rey está por volver.




