Durante siglos, los lectores del libro de Apocalipsis se han preguntado cómo sería posible que un solo sistema económico llegara a controlar al mundo entero. En Apocalipsis 13:16-17 se describe a una bestia que impone su autoridad sobre “todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos”, y se dice que “nadie podía comprar ni vender, sino el que tuviese la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.” En tiempos antiguos esto parecía una metáfora imposible. Hoy, con los avances tecnológicos y el auge de las monedas digitales, esa posibilidad ya no parece tan lejana.
En los últimos años, casi todos los gobiernos del mundo han explorado la creación de monedas digitales emitidas por los bancos centrales, conocidas como CBDC (Central Bank Digital Currency). Estas no son criptomonedas descentralizadas como el Bitcoin, sino sistemas digitales completamente controlados por el Estado. Cada transacción quedaría registrada, cada compra o gasto podría ser monitoreado, y la privacidad económica —tal como la conocemos— podría desaparecer.
La idea de una moneda digital global, o al menos interconectada entre naciones, podría facilitar el comercio, reducir la evasión fiscal y hacer más “eficiente” el sistema financiero. Sin embargo, al mismo tiempo abriría la puerta a un control sin precedentes. En un futuro no muy lejano, bastaría con que una autoridad central decida bloquear una cuenta digital para que una persona no pueda comprar comida, pagar su renta o mover su dinero.
El Apocalipsis nos habla de un tiempo en el que el control económico será una herramienta de sometimiento espiritual y político. Esta profecía ya no suena a una visión mística, sino a una advertencia muy real.
La tecnología avanza más rápido de lo que podemos imaginar. Lo que comenzó como innovación financiera podría transformarse en un instrumento de control global. No se trata de temer al progreso, sino de discernir sus consecuencias espirituales. El enemigo no siempre usa la fuerza; a veces usa la comodidad y la conveniencia para conducir a la humanidad hacia la dependencia total.
Reflexión
Cada generación ha tenido señales que anuncian el cumplimiento de las profecías bíblicas, pero la nuestra parece vivirlas en tiempo real. Estamos viendo cómo la economía, la tecnología y la política se entrelazan en un mismo propósito: el dominio total del ser humano. La marca de la bestia no solo representa un símbolo físico, sino la rendición de la voluntad ante un sistema que promete seguridad, pero exige obediencia absoluta.
Como creyentes, no debemos caer en el miedo, sino fortalecernos en la fe. Cristo mismo advirtió que llegarían tiempos difíciles, pero también aseguró:
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” — Juan 14:1
Este es el momento de prepararnos espiritualmente, de vivir con propósito y de no dejar que la dependencia del sistema nos robe la confianza en Dios. Quizá el mundo camina hacia una moneda global, pero los hijos de Dios tenemos un tesoro que ninguna autoridad puede confiscar: la vida eterna en Cristo Jesús.
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” — Mateo 24:35
Los sistemas humanos cambiarán, los poderes se levantarán y caerán, pero el Reino de Dios permanecerá firme. Al final, el verdadero control no lo tiene la bestia, sino el Creador.




