Esta noticia nos recuerda que el Evangelio no tiene fronteras y que el poder de Cristo se manifiesta en todo lugar, aun en las circunstancias más humildes. Una piscina improvisada con barro y plástico se convirtió en el escenario de un milagro eterno: vidas transformadas y selladas con el bautismo.
Lo impactante es ver cómo, después de cinco años de perseverancia, el Señor abrió el corazón de la tribu massai para recibir la Palabra. No fue un trabajo instantáneo, sino fruto de paciencia, oración y obediencia. La misión de Eduardo Carvalhaes nos enseña que sembrar en el Reino requiere constancia, porque en el tiempo de Dios llega la cosecha.
Además, los testimonios de personas que, aun sin saber leer, recibieron la capacidad de entender la Escritura, nos recuerdan que el Espíritu Santo es quien enseña y abre los ojos del entendimiento. No hay límites para la obra de Dios.
También vemos un llamado claro para nosotros: salir de nuestra zona de comodidad, atrevernos a cruzar culturas, servir más allá de nuestras fronteras físicas o mentales, y entender que todo lo que tenemos debe ser usado para la gloria de Dios. Como dijo el pastor, Jesús mismo fue un misionero.
Reflexionemos: ¿qué estamos haciendo con los dones, recursos y oportunidades que Dios nos ha dado? Tal vez no todos iremos a África, pero sí podemos apoyar, orar, contribuir y, sobre todo, llevar el mensaje de salvación a quienes nos rodean.
La conversión de los massai nos recuerda que cuando la Iglesia se une y actúa en fe, los milagros ocurren y las naciones se acercan a Cristo. 🌍✝️
