Eran las once de la noche del 31 de octubre. En la casa de Marcos, todo parecía una simple reunión de amigos. Cuatro adolescentes, pizza, risas, luces apagadas y el típico ambiente de Halloween. Pero lo que comenzó como una broma inocente se convirtió en algo que ninguno de ellos olvidaría jamás.
—Vamos, no seas gallina —dijo Alex riendo mientras sacaba una vieja tabla del armario—. Dicen que si preguntas con respeto, los espíritus contestan.
—Eso es puro cuento —respondió Marcos, aunque su voz temblaba un poco—. Pero dale, si no pasa nada, al menos nos reímos.
Encendieron velas, apagaron las luces y colocaron la tabla de madera sobre la mesa. El aire se sentía más frío de lo normal. Al principio todo era burla y risas nerviosas, hasta que Alex preguntó en voz alta:
—¿Hay alguien aquí con nosotros?
El puntero se movió lentamente hacia el “Sí”. Los cuatro se quedaron inmóviles. Nadie hablaba. Nadie admitía haberlo movido.
—Dejen de jugar —dijo Marcos tratando de sonar firme, aunque el miedo le apretaba el pecho.
Pero el puntero volvió a moverse solo, esta vez deletreando su nombre: M-A-R-C-O-S.
Un silencio helado llenó la habitación. De pronto, se escuchó un golpe seco en la pared. La vela más cercana se apagó sin viento alguno.
—Ya, ya, basta —dijo Marcos levantándose—. Esto no tiene gracia.
Pero Alex reía, nervioso.
—Tal vez sí hay alguien —bromeó—. Preguntémosle si quiere jugar.
No debió hacerlo.
Esa noche, Marcos soñó que alguien lo observaba desde la esquina de su cuarto. Una sombra sin rostro, alta, inmóvil. Pensó que era su imaginación. Pero al día siguiente, las cosas comenzaron a cambiar.
El perro de la familia no entraba a su habitación. Los objetos se movían de lugar. Escuchaba pasos cuando estaba solo. Y cada vez que intentaba dormir, sentía una presencia pesada junto a su cama.
—Debes estar viendo muchas películas —le dijo su madre—. Deja de pensar en esas cosas.
Pero no eran solo pensamientos. Las noches se volvieron insoportables. Marcos despertaba gritando, empapado en sudor, jurando que alguien lo había tocado. Veía sombras moverse, oía su nombre susurrado en la oscuridad. Se volvió irritable, callado, y dejó de salir de su cuarto.
Una noche, en pleno silencio, la puerta se cerró de golpe. El crucifijo sobre su pared cayó al suelo. Marcos corrió al rincón, temblando, mientras una voz profunda murmuraba su nombre:
—Te estaba esperando…
Gritó tan fuerte que su madre entró derribando la puerta. Lo encontró llorando, arrodillado, con la tabla partida frente a él. Esa fue la última vez que habló del tema.
Pasaron días en que no podía ni comer ni dormir. Hasta que un pastor amigo de su familia fue a orar por él. Entró a su habitación, miró alrededor y dijo:
—Aquí se abrió una puerta que no debió abrirse. Pero el poder de Cristo es más fuerte que cualquier espíritu.
Oraron por horas. Marcos lloraba, pedía perdón, temblaba como si algo dentro de él se resistiera. Hasta que finalmente, entre lágrimas, pudo decir:
—Jesús, te entrego mi vida. Ciérrala Tú, por favor.
En ese momento, el ambiente cambió. El aire volvió a sentirse limpio. La sombra nunca regresó.
Desde entonces, Marcos no volvió a jugar con nada que tuviera que ver con lo oculto. Su testimonio cambió a muchos jóvenes que creían que la “ouija” era solo una broma. Él mismo lo dice en cada charla donde comparte su historia:
—No tienes que invocar al mal para que te escuche. Basta con que le abras la puerta.
Y ese versículo que nunca olvida se volvió su escudo de vida:
“No participen en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien repréndanlas” (Efesios 5:11).
Antes de terminar, quiero dejarte esta reflexión: a veces la curiosidad puede ser el inicio de una cadena espiritual que te ata sin darte cuenta. El enemigo no busca que creas en él, solo que le abras espacio. No se trata de miedo, sino de discernimiento. Hay puertas que, una vez abiertas, solo Cristo puede cerrar.
Te invito a unirte conmigo en esta oración:
“Señor Jesús, perdona cuando por curiosidad o ignorancia hemos jugado con cosas que no vienen de Ti. Cierra toda puerta que el enemigo haya usado para entrar en nuestras vidas. Llena nuestros hogares con Tu luz y Tu paz. Haznos valientes para decir no a lo oculto y sí a Tu verdad. En Tu nombre poderoso, Jesús, amén.”
En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.
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