El sufrimiento es una realidad que todos enfrentamos en algún momento de la vida. Nadie está exento: ricos o pobres, jóvenes o ancianos, creyentes o incrédulos. La pregunta inevitable que surge es: ¿por qué sufrimos?. La Biblia no evita este tema; al contrario, lo aborda de manera directa, mostrando que el sufrimiento, aunque doloroso, puede tener un propósito más grande en el plan de Dios.
El origen del sufrimiento
La Escritura enseña que el sufrimiento entró en el mundo a causa del pecado. En Génesis 3, cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, la creación entera fue afectada: “Con dolor darás a luz los hijos” (v. 16) y “con el sudor de tu rostro comerás el pan” (v. 19). El pecado rompió la perfecta armonía entre Dios, el hombre y la creación. Desde entonces, la enfermedad, la injusticia, el dolor y la muerte forman parte de la experiencia humana. Romanos 5:12 lo confirma: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.
El sufrimiento como consecuencia natural
Muchas veces sufrimos como resultado directo de nuestras propias decisiones o de las de otros. Una vida desordenada, llena de vicios o irresponsabilidad, trae enfermedades y problemas. Una sociedad que se aleja de Dios produce violencia, corrupción y desigualdad. Una persona que miente o traiciona causa dolor a quienes lo rodean. La Biblia es clara: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). Proverbios 14:12 agrega: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.
El sufrimiento como prueba de fe
La Palabra nos muestra que el sufrimiento puede ser una prueba permitida por Dios para fortalecer nuestra fe. Job es un ejemplo claro: era un hombre íntegro, pero Dios permitió que atravesara pérdidas y dolores inmensos. En medio de sus pruebas, Job aprendió a conocer más profundamente a Dios: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Santiago 1:2-3 también nos anima: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.
El sufrimiento como disciplina
Hebreos 12:6 declara: “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo”. No todo sufrimiento es castigo, pero a veces Dios lo permite como disciplina para corregir nuestro camino. Así como un padre corrige a su hijo por amor, Dios nos corrige para que volvamos a Él. Proverbios 3:11-12 lo afirma: “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere”.
El sufrimiento nos acerca a Cristo
El sufrimiento puede ser una oportunidad para identificarnos con Cristo. Jesús mismo sufrió rechazo, injusticia y la muerte en la cruz. Isaías 53:3 lo describe como “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto”. Cuando atravesamos pruebas, recordamos que no estamos solos: tenemos a un Salvador que entiende nuestro dolor y nos acompaña. Hebreos 4:15 nos recuerda: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Filipenses 3:10 añade: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”.
El sufrimiento produce fruto eterno
Romanos 5:3-4 enseña: “Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”. Aunque el sufrimiento no es agradable, produce un carácter transformado. El dolor no es estéril cuando se entrega a Dios: nos hace más humildes, compasivos y dependientes de Él. Santiago 1:12 promete: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”.
Pablo también lo expresa con poder en 2 Corintios 4:17: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria”.
La esperanza final: un mundo sin sufrimiento
La Biblia concluye con una promesa: llegará un día en que el sufrimiento dejará de existir. Apocalipsis 21:4 declara: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Isaías 25:8 confirma: “Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros”.
El sufrimiento en este mundo no es eterno; es temporal. Los que han puesto su fe en Cristo tienen la certeza de una vida futura en la presencia de Dios, donde no habrá más lágrimas.
Conclusión
El sufrimiento sigue siendo un misterio en muchos aspectos, pero la Palabra de Dios nos da claridad: es consecuencia del pecado y de la fragilidad humana, puede ser prueba, disciplina o una herramienta para acercarnos a Cristo, nunca es en vano cuando se vive en fe porque produce fruto eterno, y sobre todo, no será para siempre.
Mientras tanto, podemos confiar en las palabras de Romanos 8:18: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. El sufrimiento, aunque duro, puede convertirse en un camino hacia la esperanza, la fe y la gloria eterna en Cristo.




