martes, noviembre 25, 2025

¿Por qué existimos? El propósito real de tu vida según Dios.



A veces llega esa pregunta inquieta que no se va tan fácil: “¿Por qué existo? ¿Para qué estoy aquí?” Si este tema te anda dando vueltas en el corazón, quédate conmigo hasta el final… puede que este mensaje te dé la claridad que has estado buscando desde hace tiempo.

A veces uno se detiene en medio del día, quizá lavando los trastes, manejando rumbo al trabajo, o sentado en silencio cuando todos ya se durmieron, y de pronto llega esa pregunta rara, incómoda, pero demasiado honesta: “¿Qué hago aquí? ¿Por qué existo?”
No sé tú, pero a mí estas preguntas me han tocado en momentos diferentes de la vida. Algunas veces cuando estoy cansado, otras cuando me siento perdido, y otras cuando siento que todo va bien pero todavía hay un huequito en el alma que pregunta: “¿No debería haber algo más?” Lo curioso es que estas preguntas no son señal de debilidad; son señal de vida. El que pregunta está vivo. El que pregunta todavía está buscando sentido. Y la Biblia no nos deja en blanco. Dios no nos creó como piezas sueltas en un rompecabezas; Él sí dejó respuestas claras, aunque a veces no las vemos porque andamos llenos de ruido, prisas y cargas.

La primera pregunta que muchos se hacen es: ¿Por qué Dios nos creó? Y aunque suena muy profunda, la Biblia lo dice de forma sorprendentemente sencilla: Dios nos creó por amor. No por necesidad, no por soledad, no por obligación. Dice la Escritura: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3).
Antes de existir el universo, antes de existir el tiempo, ya existía Dios… y ya existía Su amor. Y del amor nace el deseo de compartir, de dar, de crear vida. Somos fruto de un Dios que quiso que tú existieras. No eres un accidente. No eres un error estadístico. Tú eres el resultado de un corazón que decidió darte vida aun sabiendo cada paso, cada caída y cada victoria tuya.

Luego viene la otra pregunta: ¿Cuál es el propósito de nuestra vida? Esto lo buscamos en demasiados lugares: trabajo, dinero, logros, amistades, pareja, familia. Y sí, muchas cosas nos dan alegría, pero ninguna llena completamente.
Y aquí es donde Jesús lo deja claro: fuimos creados para conocer a Dios, caminar con Él y reflejar su luz en este mundo. No como robots religiosos, sino como hijos que vuelven a casa. “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas” (Romanos 11:36).
Esa frase corta la he leído muchas veces y todavía me sacude. Significa que nuestra vida no empezó en nosotros ni termina en nosotros; estamos conectados al Dios que nos dio origen.

Pero quizá la pregunta más fuerte de todas es esta: ¿Por qué existe la muerte?
Aunque duele hablar de esto —porque todos hemos perdido a alguien— la Biblia lo explica de manera muy honesta: la muerte es consecuencia del pecado. No fue parte del plan original. Dios nos creó para vivir, no para morir. Pero cuando la humanidad decidió separarse de Él, entró la corrupción, la enfermedad y la muerte.

Aun así, Dios no nos dejó ahí. Por eso Jesús vino. Él mismo dijo:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).
La muerte no es final para los hijos de Dios; es una puerta. Y esa esperanza hace que uno respire diferente, porque de pronto la vida deja de sentirse como una carrera contra el tiempo y empieza a sentirse como un viaje con destino eterno.

Otra pregunta que muchos se hacen —aunque no lo digan en voz alta— es: “¿Quién soy realmente?”
Y aquí es donde el mundo se llena de voces. Unos te dicen que eres lo que ganas. Otros que eres lo que logras. Otros que eres tu pasado. Y otros que eres tus errores.
Pero Dios nos define de otra manera:
“Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús” (Efesios 2:10).

A mí esa palabra “hechura” siempre me ha gustado. Suena a algo hecho a mano, con cuidado, con intención. No somos una copia, no somos un número, no somos un “a ver si funciona”. Somos obra de un Creador que puso algo suyo en nosotros: alma, espíritu, propósito, eternidad.

Y claro, también viene la pregunta más práctica:
“¿Qué hago aquí en la Tierra?”
La Biblia responde de una manera que a veces olvidamos: estamos aquí para amar a Dios, amar a las personas, crecer, aprender, servir, dejar luz en lugares donde hay oscuridad y prepararnos para la eternidad.
No es solo “vivir por vivir”. No es “trabajar, pagar cuentas y morir”. Aunque a veces se siente así, la vida es mucho más amplia que la rutina. Jesús dijo:
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
O sea, vida con propósito, no con vacío. Vida con dirección, no a la deriva.

Puede que tú estés leyendo esto y estés atravesando una temporada donde nada tiene sentido. A veces la vida te sacude tanto que uno piensa que la pregunta “¿por qué existo?” solo aparece cuando estamos mal. Pero no, también aparece cuando Dios nos está llamando a despertar.
A veces la confusión es una alarma del alma diciéndonos: “Hay más. No te conformes. Vuelve a Dios. Encuentra tu propósito en Él.”
Y cada vez que veo la historia de Jesús, me doy cuenta que nunca rechazó a nadie que viniera con preguntas. Ni a Nicodemo, ni a la mujer samaritana, ni a Tomás con sus dudas. Dios no le teme a tus preguntas. De hecho, Él mismo sembró en ti esa inquietud para atraerte más cerca.

Y aquí hay algo que a mí me ha tocado muchísimo:
Dios no solo te creó para existir… te creó para ser parte de Su historia.
Cada persona que llega a tu vida, cada decisión, cada error, cada momento bueno y cada herida… todo puede ser usado para Su propósito.
“Los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).
No dice que todo es bueno, sino que todo puede ser transformado para bien.
Tu vida no está perdida. No está desperdiciada. No estás tarde. No fallaste demasiado. Dios sigue escribiendo.

Antes de terminar, quiero dejarte esta reflexión… A veces buscamos sentido en lugares que nunca nos lo podrán dar. El propósito no está en lo que haces, sino en quién te creó. Y cuando regresas a Dios, empiezas a ver tu vida con claridad. No desaparecen los problemas, pero encuentras rumbo. No desaparecen las dudas, pero aparece paz. No desaparecen las pérdidas, pero aparece esperanza.
Porque tu existencia no es casualidad: es parte del plan eterno de un Dios que no comete errores.

Te invito a unirte conmigo en esta oración… Señor, aquí estoy, con mis preguntas, mis dudas, mis vacíos y mis deseos de entender. A veces no sé quién soy ni qué camino tomar. Padre, muéstrame el propósito por el cual me creaste. Enséñame a verte, a escucharte y a caminar contigo. Llena mis días de sentido, mis noches de paz y mi corazón de tu presencia. Ayúdame a entender que mi vida tiene valor porque Tú la soñaste antes de que yo existiera. Te entrego mis miedos, mis cargas, mis heridas y mis planes. Haz tu voluntad en mí. En el nombre de Jesús. Amén.

En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.

También te puede interesar:

COMENTARIOS EN FACEBOOK

COMENTARIOS EN SOMOSCRISTIANOS