martes, noviembre 25, 2025

Ni izquierda ni derecha: el Reino de Dios trasciende la política

El cristianismo no nació como una ideología política, sino como un movimiento transformador centrado en la persona de Jesucristo. Sin embargo, a lo largo de la historia, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda han tratado de usar la fe para sus propios fines. Cuando esto ocurre, la iglesia se contamina, porque la política ocupa el lugar que solo le corresponde al Evangelio.

El Evangelio no pertenece a ninguna ideología

Jesús fue claro:

“Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36).

Su misión no fue establecer un sistema político, sino un Reino eterno que trasciende fronteras, partidos y banderas. Cuando los cristianos reducen el Evangelio a una ideología de izquierda o derecha, se corre el riesgo de perder lo esencial: el amor, la gracia y la verdad de Cristo.

El riesgo de la extrema derecha

La extrema derecha suele exaltar el nacionalismo, la tradición y el orden. Pero muchas veces, en nombre de “defender valores cristianos”, cae en exclusión, xenofobia y legalismo.

  • Jesús, sin embargo, acogió al pecador, habló con la samaritana y sanó al extranjero.
  • Cuando la fe se usa como justificación para rechazar al diferente, ya no es Evangelio, sino un sistema humano disfrazado de espiritualidad.

El riesgo de la extrema izquierda

La extrema izquierda, por su parte, busca justicia social y equidad. Pero en muchos casos termina en relativismo moral y exaltación del hombre sobre Dios.

  • Se sustituye la autoridad de la Palabra por ideologías humanas.
  • Se crea un “evangelio social” que habla de igualdad, pero deja fuera la verdad del pecado y la necesidad de salvación en Cristo.

“El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos” (1 Corintios 3:20).

Los extremos como cáncer espiritual

Tanto la extrema derecha como la extrema izquierda tienen un punto en común: desplazan a Cristo del centro.

  • La derecha radical destruye con el legalismo y la dureza.
  • La izquierda radical destruye con el relativismo y la idolatría del hombre.

Ambos extremos actúan como un cáncer dentro de la iglesia, porque corroen desde dentro, disfrazándose de luz, pero apartando a los creyentes de la verdad.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35).

El llamado del cristiano

La verdadera ciudadanía del creyente no es terrenal:

“Nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20).

La iglesia no debe casarse con ninguna ideología, sino mantenerse fiel a Cristo. El desafío es vivir en un mundo polarizado siendo sal y luz, proclamando la verdad con amor y denunciando el pecado sin importar de qué lado provenga.

Reflexión:
Los extremos políticos son una amenaza para el cristianismo cuando reemplazan al Evangelio. El Reino de Dios no se edifica con ideologías humanas, sino con vidas transformadas por la cruz de Cristo. Solo cuando mantenemos nuestra mirada fija en Jesús podremos evitar que las corrientes humanas desvíen la pureza de nuestra fe.

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