martes, noviembre 25, 2025

La Alianza Evangélica Mundial renueva su llamado a la unidad y evangelización global desde Corea del Sur.

En la ciudad de Seúl, Corea del Sur, miles de líderes cristianos de todo el mundo se reunieron esta semana con un mismo propósito: prepararse para el 2033, año en que la Iglesia global celebrará 2,000 años desde la resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

El encuentro —organizado por la Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés)— marcó el inicio de una nueva etapa de cooperación, oración y compromiso misionero entre creyentes de todas las naciones. Más que una conferencia, fue un recordatorio del mandato que Jesús dejó a sus discípulos: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…” (Mateo 28:19).

Un llamado a ser uno en Cristo.

Durante la ceremonia de apertura, el nuevo Secretario General de la WEA, el Reverendo Botrus Mansour, compartió una exhortación inspirada en las palabras de Jesús en Juan 17:21:

“Padre, que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, para que el mundo crea que tú me enviaste.”

Con voz firme pero llena de ternura pastoral, Mansour recordó a los delegados que el mundo necesita ver una Iglesia unida, no perfecta, pero sí guiada por el amor y la humildad.
“Venimos de culturas distintas, hablamos idiomas diferentes y pensamos de maneras únicas —dijo—, pero Cristo derribó las paredes que nos separaban. Somos uno en Él, y eso debemos celebrarlo con gozo y responsabilidad.”

En un tiempo donde las divisiones, las ideologías y los conflictos culturales amenazan la unidad del cuerpo de Cristo, este llamado resonó como una voz profética: la verdadera evangelización comienza cuando los creyentes viven en unidad y amor.

El evangelio para todos antes del 2033.

Bajo el lema “El Evangelio para todos antes del 2033”, la asamblea de cinco días reunió a líderes de 165 países y nueve continentes en la iglesia SaRang de Seúl.
El objetivo no fue solo planificar estrategias misioneras, sino reavivar el fuego de la Gran Comisión con una visión fresca y esperanzadora.

El Reverendo Dr. Goodwill Shana, presidente del Consejo Internacional de la WEA, describió el evento como un momento crucial para “reimaginar” la misión evangélica en el mundo actual.
Según los informes compartidos, el movimiento evangélico ha crecido de 140 millones de creyentes en 2019 a más de 160 millones en la actualidad. Shana afirmó:

“Es tiempo de celebrar lo que Dios está haciendo y prepararnos para el próximo capítulo. No solo debemos crecer en número, sino en madurez, compasión y compromiso con la verdad del Evangelio.”

El ambiente estaba cargado de fe, adoración y expectativa. Cada oración, cada palabra y cada abrazo reflejaban el deseo de una Iglesia viva que sigue creyendo que el Evangelio aún transforma corazones.

Mujeres que edifican y sirven.

Uno de los momentos más significativos fue la participación de la Dra. Seble Daniel, directora de la Comisión de Mujeres de la WEA, quien hizo un llamado a reconocer y apoyar el papel de las mujeres en la misión de Dios.
“En muchos lugares del mundo —dijo— las mujeres siguen siendo excluidas o limitadas en su servicio, aun cuando Dios las ha equipado con dones maravillosos. Él ha derribado los muros; nosotros no debemos volver a levantarlos.”

Sus palabras fueron recibidas con aplausos, pero sobre todo con un profundo sentido de reflexión.
Porque la verdadera Iglesia, aquella que refleja el corazón de Cristo, no discrimina por género, clase o denominación, sino que busca vivir el amor en acción.

“El Evangelio no solo debe ser predicado, sino también visto —continuó Daniel—, visto en cómo nos tratamos, cómo servimos y cómo perdonamos.”

Estas palabras recordaron a los presentes que la fe no se demuestra solo con palabras, sino con el testimonio diario.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros.” (Juan 13:35)

Una visión que trasciende generaciones.

Durante las sesiones plenarias, los delegados abordaron temas actuales que desafían a la Iglesia contemporánea: el avance de la inteligencia artificial, la influencia de la tecnología en la fe, la evangelización en las grandes ciudades, y el crecimiento del cristianismo en regiones de África y Asia.

También se compartió el progreso de un proyecto especial: la construcción de un centro cristiano evangélico en Catar, un país donde la libertad religiosa aún enfrenta grandes limitaciones.

Estos desafíos y oportunidades muestran que el Evangelio sigue abriéndose camino en lugares impensados, cumpliendo lo que Jesús prometió:

“Este Evangelio del reino será predicado en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.” (Mateo 24:14)

El Pastor Jyung-Hun Oh, anfitrión del evento y líder de la Iglesia SaRang, expresó su esperanza de que este encuentro marque “un punto de giro y un nuevo capítulo para el movimiento evangélico mundial.”

Aprender, orar y renovar el compromiso.

La atmósfera fue más que una conferencia: era un altar global. Cada día comenzaba con momentos de oración, adoración y estudios bíblicos, guiados por líderes espirituales de todo el mundo.
El pastor y autor Rick Warren, junto al evangelista Dr. Stephen Tong, fueron algunos de los invitados que compartieron mensajes inspiradores sobre liderazgo, misión y dependencia del Espíritu Santo.

El Reverendo Godfrey Yogarajah, presidente de la Alianza Evangélica Asiática, lo resumió así:

“Este encuentro es un momento histórico. Una oportunidad para fortalecer la Iglesia, profundizar en la comunión y extender el amor de Cristo al mundo. Necesitamos alianzas estratégicas, oración constante y un corazón dispuesto a servir.”

Sus palabras tocaron una fibra profunda: la misión no se cumple solo con estructuras, sino con corazones encendidos por el Espíritu Santo.

La unidad: una respuesta al mundo dividido.

El mensaje central de esta asamblea giró en torno a una idea sencilla pero poderosa: la unidad es la mayor evidencia del Evangelio.
Mientras el mundo se fragmenta en ideologías, conflictos y odios, la Iglesia está llamada a ser un reflejo vivo de reconciliación.

El apóstol Pablo lo expresó así:

“Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.” (Efesios 4:3)

En cada testimonio compartido, desde pastores en África hasta misioneros en Medio Oriente, se repetía el mismo anhelo: ver a la Iglesia global caminando junta, sin fronteras, sin orgullo denominacional, y con un solo propósito: glorificar a Cristo.

Reflexión final.

Al mirar hacia el 2033, muchos se preguntan cómo será el mundo dentro de ocho años. Nadie lo sabe con certeza. Pero lo que sí sabemos es que la misión no ha cambiado:
seguir predicando el Evangelio, amando al prójimo y viviendo como testigos fieles de Jesús en medio de la oscuridad.

Cada reunión, cada oración y cada alianza forjada en Corea del Sur fue un recordatorio de que la obra de Dios no se detiene.
Y quizás esa sea la mayor enseñanza de esta asamblea: que la unidad no es una meta lejana, sino un acto diario de humildad y amor.

“Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán todo lo que quieran, y les será hecho.” (Juan 15:7)

Oración.

Señor, gracias por tu Iglesia, que no conoce fronteras ni colores.
Gracias por los hombres y mujeres que, movidos por tu Espíritu, siguen llevando tu Palabra a todo rincón del mundo.
Enséñanos a vivir en unidad, a derribar muros y a reflejar tu amor en todo lo que hacemos.
Que nuestra vida sea una carta abierta que hable de ti, y que el mundo te vea en nosotros.
En el nombre de Jesús, amén.

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