La Biblia nos muestra a Jacob como un hombre escogido por Dios, pero también como alguien que muchas veces recurrió al engaño. Primero engañó a su padre Isaac para recibir la bendición de Esaú (Génesis 27). Años después, también engañó a su suegro Labán con la estrategia de las varas verdes y las ovejas manchadas (Génesis 30).
En ambos casos, Jacob buscó ganar ventaja usando la astucia, en lugar de depender plenamente de la fidelidad de Dios. Aunque logró lo que quería, esas decisiones le trajeron consecuencias: enemistad con su hermano, tensión con su suegro y una vida marcada por la desconfianza.
La lección es clara: cuando usamos el engaño para obtener lo que deseamos, podemos lograr un beneficio inmediato, pero cosecharemos desconfianza, conflictos y vacío interior. Dios bendijo a Jacob no por sus trampas, sino porque lo había escogido desde el principio.
Aplicación a la vida diaria
Hoy en día el engaño sigue presente:
- Cuando alguien miente en su currículum para conseguir un trabajo.
- Cuando en los negocios se ocultan detalles para cerrar una venta.
- Cuando en la familia se manipula a otros para salirse con la suya.
Al principio puede parecer que funciona, como le pasó a Jacob, pero tarde o temprano la verdad sale a la luz. Las relaciones se dañan y la paz del corazón se pierde.
En contraste, Jesús nos enseña que “la verdad os hará libres” (Juan 8:32). La integridad puede parecer más lenta, incluso injusta frente a quienes hacen trampa, pero al final trae respeto, confianza y la bendición de Dios.
Reflexión personal:
¿Estoy usando la astucia para obtener lo que quiero o confío en que Dios abrirá las puertas correctas en el momento perfecto? La vida nos invita a dejar de lado el engaño y caminar en la verdad, sabiendo que lo que Dios promete, Él lo cumplirá sin necesidad de manipular nada.




