Vivimos en un mundo que nos enseña a buscar tesoros fuera de nosotros: dinero, éxito, aprobación, belleza, reconocimiento. Nos esforzamos por alcanzar metas que, muchas veces, nos hacen olvidar algo mucho más valioso: el mayor tesoro que posees eres tú mismo.
Dios no se equivocó al crearte. Te formó con propósito, con dones únicos y con un valor que no depende de tus logros ni de la opinión de los demás. En Salmos 139:14, dice: “Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien.” Tú eres una de esas obras maravillosas.
Cuando aprendes a verte como Dios te ve, descubres que no necesitas compararte con nadie. No hay otra persona con tu misma historia, tu misma forma de amar, ni tu mismo llamado. Eres un diseño original del Creador, y ese es tu mayor tesoro.
Por eso, cuida tu mente, tu corazón y tu espíritu. No permitas que las heridas del pasado o las críticas apaguen tu luz. Recuerda que los verdaderos tesoros no se acumulan, se cultivan desde dentro: la fe, la paz, el amor propio, la sabiduría, la esperanza.
Dios puso dentro de ti todo lo necesario para brillar y cumplir tu propósito. Solo necesitas mirarte con los ojos del Padre y creer que vales más de lo que el mundo podría ofrecerte.
Testimonio:
Durante muchos años viví pensando que no valía nada. Me comparaba con los demás, siempre sintiéndome menos, como si no tuviera nada especial que ofrecer. Llegué a creer que mi vida no tenía propósito. Pero un día, leyendo la Palabra de Dios, encontré en Jeremías 31:3: ‘Con amor eterno te he amado; por eso te prolongué mi misericordia’. Fue como si esas palabras me despertaran.
Comprendí que Dios me amaba tal como soy, y que no necesitaba demostrar nada para ser valioso. Ese día entendí que el verdadero tesoro no eran las cosas que había perdido ni las metas que aún no alcanzaba, sino yo mismo, porque fui creado por Dios con un propósito eterno.
Hoy camino con más confianza, no porque todo esté perfecto, sino porque sé que soy un hijo amado de Dios. Y cada vez que me miro al espejo, recuerdo que el mayor tesoro que tengo soy yo mismo, porque Dios habita en mí.
Oración:
Señor, gracias por recordarme que el tesoro más grande no está en lo que tengo, sino en lo que soy en Ti. Ayúdame a valorarme, a cuidar mi corazón y a vivir de acuerdo con el propósito que pusiste en mí. Enséñame a verme como Tú me ves: amado, valioso y lleno de potencial. Amén.




