La persecución de los cristianos no es un asunto del pasado, como muchos piensan al recordar los tiempos del Imperio Romano. Hoy, en pleno siglo XXI, millones de creyentes en Jesucristo enfrentan hostilidad, violencia y discriminación simplemente por su fe. Gran parte de esta realidad se concentra en Asia y el Medio Oriente, regiones donde la fe cristiana creció en sus primeros siglos, pero que ahora representan algunos de los lugares más peligrosos para vivir como seguidor de Cristo.
La magnitud del problema
Según diversos informes de organismos internacionales y ministerios cristianos de apoyo a la iglesia perseguida, como Open Doors, en países como Corea del Norte, Afganistán, Somalia, Pakistán, Irán, India, Siria e Irak, los cristianos sufren desde exclusión social hasta encarcelamiento, tortura e incluso la muerte.
En muchos de estos lugares, profesar públicamente la fe en Jesús puede costar la vida o poner en riesgo a toda la familia.
La persecución no siempre es visible en los titulares, pero se manifiesta de distintas maneras:
- Legal: leyes de blasfemia o anti-conversión que condenan a prisión a quienes predican a Cristo.
- Social: rechazo familiar y comunitario, despidos laborales, marginación en la educación.
- Violenta: ataques a iglesias, asesinatos de pastores y creyentes, secuestros y destrucción de propiedades.
Ejemplos actuales
- India: el auge del nacionalismo religioso ha provocado ataques contra comunidades cristianas, con templos destruidos y líderes golpeados.
- Pakistán: las leyes de blasfemia han sido usadas injustamente para acusar y condenar a muerte a cristianos.
- Irak y Siria: grupos extremistas han obligado a miles de familias a abandonar sus hogares, reduciendo drásticamente la presencia histórica del cristianismo en esas tierras bíblicas.
- Corea del Norte: ser cristiano equivale a ser considerado enemigo del Estado; muchos creyentes viven su fe en la clandestinidad.
La respuesta cristiana
A pesar del dolor y el sufrimiento, la iglesia perseguida da testimonio de una fe firme y viva. Tal como dijo el apóstol Pablo:
“Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12).
Muchos cristianos en estas regiones se aferran a las promesas de Dios y continúan reuniéndose en secreto, compartiendo la Palabra y orando unos por otros. Su valentía desafía a la iglesia en Occidente a valorar la libertad que muchas veces se da por sentada.
¿Qué podemos hacer?
- Orar: levantar clamor constante por los que sufren por causa del Evangelio (Hebreos 13:3).
- Informarnos: conocer la realidad para no ignorar a nuestros hermanos.
- Apoyar: colaborar con ministerios que llevan ayuda humanitaria, Biblias y recursos a los cristianos perseguidos.
- Dar testimonio: vivir nuestra fe con convicción, aprendiendo del ejemplo de quienes permanecen firmes bajo presión.
Conclusión
El fenómeno de los cristianos perseguidos en Asia y Medio Oriente es una llamada de atención para el cuerpo de Cristo en todo el mundo. No se trata solo de estadísticas, sino de vidas reales, familias que sufren, comunidades enteras que siguen a Jesús a pesar de las cadenas. Que este conocimiento nos lleve a la acción, a la oración ferviente y a una fe más comprometida, recordando que la sangre de los mártires ha sido siempre semilla de la Iglesia.




