martes, noviembre 25, 2025

El discipulado en tiempos de algoritmos

Vivimos en una era en la que los algoritmos deciden lo que vemos, lo que escuchamos y hasta lo que creemos que necesitamos. Las redes sociales, los motores de búsqueda y las plataformas digitales han pasado a ser “consejeros invisibles” que moldean la forma en que pensamos y actuamos. Como cristianos, surge una pregunta fundamental: ¿qué significa ser discípulo de Cristo en un mundo gobernado por algoritmos?

1. La influencia invisible de los algoritmos

Los algoritmos son fórmulas matemáticas que seleccionan y priorizan la información que recibimos. Esto significa que, en lugar de elegir libremente lo que vemos, una máquina lo hace por nosotros basándose en intereses comerciales, patrones de conducta y datos personales. En este contexto, corremos el riesgo de que nuestro discipulado sea reemplazado por un “discipulado digital”, donde el tiempo frente a la pantalla nos enseña más que la Palabra de Dios.

Proverbios 4:23 nos recuerda: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Hoy, guardar el corazón también implica filtrar lo que consumimos en internet.

2. El discipulado verdadero: seguir a Cristo

El discipulado no es simplemente aprender ideas, sino caminar junto a Cristo y ser transformados a su imagen. Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23).

En tiempos de algoritmos, seguir a Cristo implica resistir la comodidad de que otros decidan qué pensamos y, en cambio, sumergirnos en la Palabra, en la oración y en la comunidad cristiana.

3. Comunidades frente a burbujas digitales

Los algoritmos tienden a encerrarnos en “burbujas de información”, donde solo vemos lo que refuerza nuestras creencias y gustos. Sin embargo, el discipulado cristiano rompe esas burbujas al llamarnos a convivir con hermanos de toda nación, lengua y cultura. La iglesia es un espacio donde el algoritmo no manda, sino el Espíritu Santo.

Hebreos 10:24-25 nos exhorta: “Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos…” En un mundo donde las redes nos aíslan, el discipulado nos une.

4. La formación intencional en medio del ruido digital

Un discípulo de Cristo no puede ser pasivo. Si dejamos que los algoritmos dirijan nuestra atención, nos arrastrarán hacia el entretenimiento vacío o hacia ideologías contrarias al evangelio. Por eso, la formación espiritual requiere disciplina: establecer tiempos de lectura bíblica, oración y servicio, así como usar la tecnología con sabiduría.

Romanos 12:2 nos recuerda: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento…”

5. Algoritmos redimidos

Aunque los algoritmos puedan ser peligrosos, también pueden ser usados para el bien. Así como Pablo aprovechó las rutas del Imperio Romano para llevar el evangelio, nosotros podemos usar las rutas digitales para discipular. Videos, podcasts, grupos en línea y plataformas cristianas pueden ser herramientas para enseñar, corregir y edificar. El punto clave está en quién tiene el control: ¿el algoritmo o el Espíritu Santo?

A tomar en cuenta

El discipulado en tiempos de algoritmos nos desafía a no delegar nuestra formación espiritual a máquinas ni a sistemas diseñados para lucrar con nuestra atención. Seguir a Cristo requiere decisión, intencionalidad y discernimiento.

El verdadero algoritmo del cristiano es la Palabra de Dios, que ilumina el camino: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105).

También te puede interesar:

COMENTARIOS EN FACEBOOK

COMENTARIOS EN SOMOSCRISTIANOS