Desde hace décadas, ha existido un debate sobre la presencia de la Biblia y la oración en las escuelas públicas de los Estados Unidos. Muchas personas creen que “sacaron a Dios de las escuelas” cuando la Corte Suprema falló en contra de la oración dirigida por las instituciones educativas en los años 1960. Sin embargo, es importante recordar una verdad fundamental: a Dios nadie lo puede sacar de las escuelas, porque Él es Dios y está presente en todas partes.
Las Decisiones de la Corte Suprema y la Neutralidad Religiosa
Los casos de Engel v. Vitale (1962) y Abington School District v. Schempp (1963) establecieron que las escuelas públicas no pueden patrocinar oraciones ni lecturas obligatorias de la Biblia, no porque la Biblia sea mala, sino porque el gobierno no debe favorecer una religión sobre otra. En las aulas hay estudiantes de diferentes denominaciones cristianas, así como de otras religiones o sin religión, y la educación pública debe ser un espacio neutral.
Sin embargo, esto no significa que los estudiantes no puedan orar o leer la Biblia de manera personal y voluntaria. La Constitución sigue protegiendo la libertad religiosa de cada individuo, permitiendo que cualquier niño o joven ore en privado, lleve su Biblia y exprese su fe, siempre y cuando no interrumpa la enseñanza ni obligue a otros a participar.
Dios No Está Limitado por las Decisiones Humanas
La creencia de que “sacaron a Dios de las escuelas” es una percepción equivocada. Dios no necesita permiso de la Corte Suprema para estar en la vida de los estudiantes. Él está presente en cada aula cuando un joven ora en su corazón antes de un examen, cuando un grupo de estudiantes decide reunirse para estudiar la Biblia en su tiempo libre, o cuando un maestro que es creyente trata con amor y paciencia a sus alumnos.
Lamentablemente, hay pastores que desde el púlpito dicen erróneamente que sacaron a Dios de las escuelas, promoviendo una visión equivocada de la realidad. Esto puede llevar a muchos creyentes a pensar que las escuelas son lugares completamente alejados de Dios, cuando en realidad Su presencia sigue viva en la vida de los estudiantes y maestros que le siguen.
Los gobiernos pueden regular la educación, pero no pueden controlar la fe de un corazón sincero. La Biblia dice en Jeremías 23:24: “¿Podrá alguno esconderse en escondrijos donde yo no lo vea? —declara el Señor—. ¿Acaso no lleno yo los cielos y la tierra?” Dios no es limitado por políticas humanas; Su presencia llena cada rincón del universo, incluidas las escuelas.
El Verdadero Deber: Enseñar a Nuestros Hijos en Casa
En lugar de preocuparnos porque en la escuela pública ya no se leen las Escrituras como antes, los cristianos debemos enfocarnos en la responsabilidad dada por Dios a los padres: enseñar a sus hijos en el hogar. La Biblia nos instruye en Deuteronomio 6:6-7:
“Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.”
Dios no le dio esta tarea al gobierno ni a las escuelas, sino a los padres. No podemos depender del sistema educativo para que inculque valores cristianos en nuestros hijos. Si queremos que conozcan la Palabra de Dios, debemos enseñársela en casa y modelar con nuestro ejemplo una vida de fe.
Conclusión: Dios Permanece en las Escuelas
Aunque las leyes hayan cambiado, Dios sigue presente en las escuelas porque Él está en el corazón de cada creyente. En lugar de lamentarnos por lo que ya no se hace a nivel institucional, enfoquémonos en ser luz en donde estemos. Criemos hijos que conozcan la Palabra, que lleven su fe consigo y que sean testigos del amor de Cristo en su entorno escolar.
Las escuelas pueden regular lo que se enseña en las aulas, pero ninguna ley puede impedir que Dios obre en la vida de quienes confían en Él.
