martes, noviembre 25, 2025

Despierta, iglesia: ¿estamos adorando más a los cantantes que a Cristo?

La música congregacional es un don de Dios. Pero como todo don, puede convertirse en ídolo cuando desplaza al Dador. El problema no es el volumen, la luz o el talento; es la orientación del corazón. La pregunta no es “¿cantamos bonito?”, sino “¿a quién coronamos en nuestros afectos?” (Sal 115:1; Jn 4:23–24).

Cómo nace la idolatría en la adoración

La idolatría rara vez llega de golpe; se filtra. Comienza cuando medimos el “éxito” del culto por la emoción que sentimos o por la fama del ministro en la plataforma. Cambiamos el lenguaje: ya no decimos “vamos a encontrarnos con el Señor”, sino “hoy canta X”. Movemos la cámara y el corazón del Trono al escenario. El Antiguo Testamento muestra que incluso símbolos legítimos pueden volverse ídolos: Ezequías tuvo que destruir la serpiente de bronce cuando el pueblo empezó a quemarle incienso (2 Re 18:4). La música, igual que aquella serpiente, es un medio, no el fin.

Señales de alerta en una congregación

  • La predicación y la Cena del Señor ceden tiempo y centralidad a sets cada vez más largos y “performáticos”.
  • Elegimos canciones por popularidad y no por doctrina (Col 3:16).
  • El líder de alabanza es más conocido que los ancianos o el equipo pastoral, y se le trata como “artista invitado”.
  • Ajustamos el mensaje a la “marca” del ministerio musical para evitar incomodidades (Gá 1:10).
  • La congregación canta con más fuerza en el coro viral que en estrofas de confesión, arrepentimiento y envío (Am 5:23–24).

Lo que la Biblia llama “adoración”

La Escritura define la adoración como respuesta total a quién es Dios y lo que ha hecho en Cristo. Es confesional (decimos la verdad de Dios), sacrificial (entregamos la vida; Ro 12:1), comunitaria (nos edificamos unos a otros con salmos e himnos; Ef 5:19), y centrada en el Evangelio (la obra del Cordero; Ap 5). La excelencia musical es buena —“tocad bien” (Sal 33:3)—, pero la excelencia bíblica no es virtuosa si eclipsa la cruz (1 Co 2:2). Dios acepta “sacrificio de alabanza” y “de hacer el bien y compartir” (Heb 13:15–16); cancioneros sin obediencia son ruido.

Pastores, músicos y la tentación del protagonismo

Los músicos bíblicos eran levitas preparados y sometidos al liderazgo espiritual (1 Cr 25). El Nuevo Testamento ordena humildad, sobriedad y ejemplo (1 P 5:1–5). El liderazgo de adoración existe para servir la Palabra, no para sustituirla. Un equipo maduro se pregunta: “¿Nuestra presencia desaparece para que Cristo aparezca?” (2 Co 4:7). La tentación no es solo del escenario: también la congregación codicia “experiencias” y prefiere sentir antes que obedecer. Cuando perseguimos “picos emocionales” más que santidad cotidiana, la música se vuelve un becerro de oro con letra cristiana (Éx 32).

Prácticas que recalibran el corazón de la iglesia

  1. Llamado bíblico a la adoración antes de la primera nota: que la Palabra convoque, no el “hype” (Sal 95).
  2. Liturgia con Evangelio explícito: adoración → confesión → gracia en Cristo → respuesta → envío. La música subraya el mensaje.
  3. Supervisión pastoral de letras: cristocéntricas, trinitarias, saturadas de Escritura; menos “yo, yo, yo” y más “Tú, Señor”.
  4. Silencio y oración guiada entre canciones: el silencio disciplina la atención para oír a Dios (Hab 2:20).
  5. La Mesa del Señor con frecuencia: nada centra más que recordar la muerte del Señor hasta que Él venga (1 Co 11:26).
  6. Rotación y equipo por encima del “solista”: reduce la personalización del ministerio y modela cuerpo.
  7. Testimonios breves, no biografías de plataforma: Cristo protagonista, el testigo disminuye (Jn 3:30).
  8. Métricas que importan: fruto del Espíritu, reconciliaciones, servicio y misiones; no solo vistas, likes o asistencia (Gá 5:22–23).
  9. Disciplinas privadas: ayuno, lectura, oración diaria; la adoración dominical desborda de vidas escondidas en Dios (Mt 6:6).
  10. Excelencia en clave de amor: afinación y arreglo al servicio de la congregación, no del ego (1 Co 13).

Discernimiento para escoger canciones

Preguntas simples ayudan:

  • ¿Esta letra podría cantarse en una mezquita o en un escenario secular sin conflicto? Si sí, quizá no nombra suficientemente al Dios trino.
  • ¿Menciona la obra de Cristo más que mis sentimientos?
  • ¿Invita al arrepentimiento y obediencia, además de celebrar?
  • ¿Puede cantarla toda la iglesia (jóvenes, mayores) con comprensión y participación?
  • ¿La melodía sirve al texto o lo distrae?

Una palabra a los músicos

Tu voz puede mover emociones; solo el Espíritu regenera corazones. Predica cantando: presenta a Cristo, no tu catálogo. Desaparece en el texto. Ora más de lo que ensayas. Ensaya mucho, pero no para impresionar sino para amar a un pueblo real con heridas reales. Busca cobertura pastoral y rendición de cuentas. Si un aplauso hiere cuando no es para ti, es señal de que lo esperabas.

Una palabra a la congregación

Adorar no es calificar un concierto; es ofrecerte tú mismo. Llega temprano, ora, lee el pasaje del día, canta con el vecino en mente, escucha la Palabra como tierra sedienta. Si te descubres comparando voces, corrige el rumbo: “Señor, enséñame a verte a Ti”. Si un domingo la banda falla y el micrófono se apaga, responde con más canto, no con queja. La iglesia no está reunida porque “canta X”, sino porque “resucitó Jesús”.

Cuando Cristo ocupa el centro

Ocurre algo precioso: la gente canta más fuerte que las bocinas; la predicación brilla más que las luces; la Cena del Señor conmueve más que un puente musical; el arrepentimiento se vuelve normal; el servicio a los pobres se considera parte del culto; y los ministros pueden irse en paz a casa aunque nadie les pida una selfie. Ahí está el avivamiento que necesitamos: menos fama humana y más gloria de Cristo (Jer 9:23–24; 1 Co 1:31).

Examen honesto para esta semana

  • ¿Qué recuerdo más del domingo pasado: una progresión armónica o un versículo?
  • ¿Mis playlists me forman más que mi Biblia?
  • ¿He orado por mi equipo de alabanza por santidad, no solo por “unción”?
  • ¿Podría nuestra reunión sostenerse si cantáramos a capela?
  • ¿La cruz y la resurrección fueron explícitas en nuestras canciones y palabras?

Oración

Señor Jesús, perdónanos por las veces que hemos buscado brillo humano en lugar de Tu gloria. Purifica nuestros labios y nuestros motivos. Que cada instrumento, cada voz y cada silencio apunten a Tu cruz y a Tu trono. Danos pastores que pastoreen y músicos que sirvan; una iglesia que canta con la Biblia abierta y el corazón rendido. Sé Tú el centro hoy y siempre. Amén.

La música seguirá siendo un río caudaloso en la vida de la iglesia. Nuestra tarea es mantener su cauce: llevarnos al Mar de Cristo, no al estanque del ego. Despierta, iglesia: el único digno de subir al escenario del corazón es el Cordero.

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