Arqueólogos en Israel han encontrado una antigua finca agrícola samaritana en la zona de Kh. Kafr Hatta, lugar vinculado con Simón el Mago, personaje mencionado en el libro de los Hechos. Este hombre, que practicaba la magia, quiso comprar con dinero el poder de impartir el Espíritu Santo (Hechos 8:9–24), lo que dio origen al término “simonía”: la compra-venta de privilegios espirituales.
El hallazgo, que incluye mosaicos, un almacén, un lagar para producir aceite y un baño ritual (miqvé), revela la prosperidad de la comunidad samaritana entre los siglos IV y VII d.C., durante el dominio romano y bizantino. A pesar de rebeliones y persecuciones, la finca se mantuvo activa durante siglos, mostrando tanto el esplendor como el declive de la cultura samaritana.

¿Qué enseña este descubrimiento al cristiano?
- La fragilidad de las riquezas
Los restos arqueológicos muestran que una comunidad puede alcanzar gran prosperidad material y cultural, pero nada de ello perdura. Como dice Jesús: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen” (Mateo 6:19). La verdadera riqueza no está en mosaicos ni columnas, sino en un corazón rendido a Dios. - La tentación de comprar lo espiritual
La historia de Simón el Mago recuerda que el poder del Espíritu Santo no se adquiere con dinero ni influencia. Hoy los cristianos enfrentamos la misma advertencia: lo espiritual no se negocia, se recibe por gracia. El ministerio, la unción y la autoridad en Cristo son dones, no mercancías. - La permanencia de la fe en medio de la persecución
Aun en medio de rebeliones, la comunidad samaritana logró preservar su identidad por siglos. Esto desafía al cristiano actual a mantenerse firme en su fe, incluso cuando la cultura o las circunstancias sean adversas. - La historia como recordatorio
Cada hallazgo arqueológico en Israel es una confirmación de que la Biblia no es mito, sino historia viva. Nos recuerda que las advertencias y enseñanzas bíblicas tienen raíces reales y nos llaman a vivir con fidelidad en el presente.
Reflexión final
Este descubrimiento no es solo un dato arqueológico; es una oportunidad para reflexionar. La finca samaritana fue símbolo de riqueza, cultura y resistencia, pero también nos recuerda la advertencia bíblica contra la soberbia y la corrupción espiritual. Para el creyente de hoy, el mensaje es claro:
lo que permanece para siempre no son las obras de las manos humanas, sino la obra de Cristo en nuestros corazones.




