martes, noviembre 25, 2025

Denzel Washington: Cuando la fama se rinde ante la voz de Dios.

Denzel Washington no siempre fue el hombre sabio y sereno que vemos hoy en las entrevistas. Hubo un tiempo en que el brillo de Hollywood era más fuerte que la luz que venía de su interior. Aplaudido por millones, admirado por su talento y galardonado con los premios más codiciados, había algo que seguía faltando: paz.

En una conversación íntima con el reverendo Dr. Russell J. Levenson Jr., para el libro “Testigo de la Creencia: Conversaciones sobre la Fe y el Significado”, Denzel reveló que toda su vida ha sido un proceso de rendición. Una batalla silenciosa entre la voz del ego y el llamado del Espíritu.

“No quiero ser famoso. Quiero estar en la voluntad de Dios. Cada mañana le pido al Señor que me use, aunque no siempre entienda cómo.”

La promesa de una madre y el despertar de un hijo.

Denzel creció en el Bronx, hijo de una mujer cristiana llamada Lennis, quien pasaba las noches orando por él. Ella veía algo que su hijo aún no comprendía. Le repetía una y otra vez:

“Denzel, tú vas a predicar. El Espíritu Santo tiene planes contigo.”

Él sonreía, sin imaginar que esas palabras serían proféticas.
Años después, mientras el mundo lo conocía como actor, Dios comenzaba a formarlo como testigo. Entre los reflectores, Denzel aprendió que el talento sin propósito es solo vanidad, y que el éxito sin fe es un espejismo que termina por vaciar el alma.

“Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”
Mateo 16:26

El momento en que Dios lo quebrantó.

En varias ocasiones, Denzel ha confesado que su orgullo fue su mayor enemigo. Se creía invencible, hasta que un día, en medio de un proyecto cinematográfico, sintió que el Espíritu Santo lo confrontó.

“Escuché en mi corazón que debía dejar de actuar y comenzar a servir. No entendí de inmediato, pero sabía que algo dentro de mí tenía que morir.”

Ese proceso no fue público, pero sí profundo. Comenzó a asistir a estudios bíblicos, a leer la Escritura cada mañana y a buscar consejería espiritual. Comprendió que Dios no quería quitarle su carrera, sino usar su voz para algo eterno.

Desde entonces, Denzel decidió no volver a hacer nada que comprometiera su fe. Selecciona con cuidado los papeles que interpreta y ora antes de cada proyecto.

“Mi éxito no me pertenece. Es un préstamo de Dios para alcanzar a otros.”

Un cristiano en medio del sistema.

En una industria donde la superficialidad reina, Denzel se ha convertido en una rara excepción: un hombre que no esconde su fe. En sus discursos públicos suele decir:

“Ora todos los días. Mantén a Dios primero. Y cuando alcances tus metas, recuerda quién te dio la fuerza para lograrlas.”

También ha confesado que muchas veces siente el deseo de predicar. No desde un púlpito, sino a través del ejemplo, porque cree que la coherencia es el mayor sermón que un cristiano puede dar.

“Sean ustedes la luz del mundo; una ciudad en lo alto de un monte no puede esconderse.”
Mateo 5:14

Denzel, el hombre detrás del nombre.

Lejos de las cámaras, Denzel Washington es un esposo fiel, un padre presente y un hombre de oración. Ha apoyado ministerios cristianos, universidades y causas sociales sin buscar publicidad. Pero lo que más lo llena, según él mismo, es poder ver a otros acercarse a Dios a través de su historia.

“No quiero que digan que fui un gran actor, sino que fui un hombre que caminó con Dios.”

En un tiempo donde la fama promete poder, Denzel nos enseña que el poder real está en la obediencia. Que no hay logro más grande que vivir con propósito y terminar la carrera con fe.

Reflexión.

La vida de Denzel Washington es un recordatorio de que la fe puede brillar incluso en los lugares más oscuros. Su historia nos desafía a preguntarnos: ¿qué haría Dios con mi vida si dejara de buscar reconocimiento y empezara a buscar Su presencia?

Quizás el mundo nunca te dé un Oscar, pero el cielo ya preparó una corona para los que no se avergüenzan de su fe.

“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.”
2 Timoteo 4:7

Oración.

Señor, enséñame a obedecerte más que a brillar.
Que mi éxito no me aleje de Ti, sino que sea una oportunidad para darte gloria.
Usa mi vida, mis talentos y mi historia para inspirar a otros a conocerte.
Que el mundo vea en mí lo que solo Tú puedes hacer.
Amén.

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