martes, noviembre 25, 2025

Cuando la inteligencia artificial crea ídolos modernos

La idolatría nunca muere, solo cambia de forma. En el pasado fueron estatuas de oro, de madera o de piedra; hoy son algoritmos, pantallas y sistemas que parecen dar respuestas más rápidas que Dios. La inteligencia artificial (IA), con su impresionante capacidad de producir información, imágenes y decisiones, se ha convertido para muchos en una especie de “dios moderno”. Pero la Escritura nos advierte con claridad: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).

El corazón humano: fábrica de ídolos

El profeta Isaías describió con ironía al hombre que fabrica un ídolo, lo adora y espera salvación de algo sin vida (Isaías 44:9-20). El corazón humano, por naturaleza, busca crear sustitutos de Dios. Juan Calvino lo llamó “una fábrica de ídolos”. Hoy, esa fábrica no usa madera ni metal, sino códigos, datos y algoritmos.

El peligro no es la IA en sí misma, sino la inclinación del hombre a poner su confianza en ella. Jeremías denunció: “Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová” (Jeremías 17:5). Si dependemos más de un programa que del Espíritu Santo, estamos entrando en terreno de idolatría.

La ilusión de omnisciencia

Uno de los mayores atractivos de la IA es que parece “saberlo todo”. A diferencia de los ídolos antiguos, que eran mudos, la IA habla, responde y aconseja. Pero no olvidemos lo que dice la Palabra:
“Grande es nuestro Señor, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito” (Salmo 147:5).

La IA puede procesar datos humanos, pero no tiene el consejo divino. Puede predecir comportamientos, pero no puede discernir los corazones. Solo Dios conoce lo profundo de cada alma:
“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón” (Jeremías 17:10).

Dependencia: la señal de un ídolo

Cuando ya no podemos decidir, trabajar o vivir sin una herramienta, esa herramienta se ha convertido en nuestro amo. El apóstol Pablo dijo:
“Todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Corintios 6:12).

La dependencia de la IA puede parecer inofensiva, pero lentamente roba la sensibilidad espiritual. Muchos ya acuden más a un motor de búsqueda que a la Biblia; más a un programa de consejos que a la oración. Esto es idolatría disfrazada de modernidad.

El poder seductor de la imagen

Los antiguos ídolos atrapaban por su apariencia; hoy, la IA seduce con imágenes hiperrealistas, voces artificiales y mundos virtuales. Jesús nos advirtió que en los últimos tiempos se levantarían falsos cristos y falsos profetas con grandes señales y prodigios (Mateo 24:24). La IA, sin ser un ser espiritual, puede ser usada como instrumento para engañar, simular y confundir.

El Apocalipsis describe que la bestia haría que la imagen hablase (Apocalipsis 13:15). No es difícil imaginar cómo, en un futuro cercano, la IA pueda dar voz e “inteligencia” a una imagen, preparando el terreno para la adoración del mundo entero a un poder engañoso.

El verdadero refugio

La Escritura es clara: “Algunos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria” (Salmo 20:7). El creyente puede usar la tecnología, pero nunca confiar en ella como fuente de vida, guía o salvación.

Cristo sigue siendo el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6). Ningún algoritmo podrá nunca salvar, perdonar pecados o dar vida eterna. La IA puede responder preguntas, pero solo el Espíritu Santo puede transformar corazones.

Reflexión

La inteligencia artificial no es un enemigo a destruir, sino una herramienta a usar con discernimiento. El peligro surge cuando dejamos que ocupe el lugar de Dios en nuestras vidas. El Señor nos llama a velar, a no dejar que la fascinación por lo moderno nos aparte de lo eterno.

Recordemos siempre: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).

El cristiano puede estar en el mundo tecnológico, pero no debe ser del mundo tecnológico. La IA pasará, pero la Palabra del Señor permanece para siempre (Isaías 40:8).

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