martes, noviembre 25, 2025

Cuando Dios guarda silencio: cómo mantener la fe en los momentos donde parece que no responde.

Hay momentos en la vida donde oramos, pedimos, lloramos… y no escuchamos nada. No hay señales, no hay respuesta, no hay puertas abiertas. Es como si el cielo se hubiera cerrado. Todos los que amamos a Dios hemos pasado por ese silencio que duele, ese silencio que nos hace dudar si Él realmente nos escucha.

Recuerdo una temporada en la que todo parecía apagado. Oraba cada día pidiendo dirección, pero las cosas se volvían más confusas. Leía la Biblia buscando consuelo, pero las palabras no parecían tener sentido. Me sentía abandonado, aunque sabía que Dios no abandona a los suyos. Con el tiempo entendí algo: el silencio de Dios no es ausencia… es preparación.

Dios no se ha ido, está obrando en silencio.

A veces pensamos que el silencio de Dios significa que Él no está haciendo nada, pero en realidad, está trabajando de una manera que no podemos ver. Jesús mismo vivió el silencio del Padre en Getsemaní, cuando dijo: “Padre, si es posible, pasa de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como Tú” (Mateo 26:39). No hubo respuesta audible, pero sí hubo propósito.

Dios usa el silencio para fortalecer nuestra fe. Si Él nos respondiera de inmediato, nunca aprenderíamos a confiar. El silencio no es castigo; es el escenario donde se prueba la fidelidad del corazón.

Cuando Dios calla, el enemigo susurra.

En esos momentos de espera, el enemigo aprovecha para sembrar dudas: “¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué no te contesta?” Es la misma voz que Eva escuchó en el Edén y que Jesús escuchó en el desierto. Pero la fe no se demuestra cuando todo va bien, sino cuando el cielo parece mudo y tú sigues creyendo.

Job lo entendió profundamente cuando, en medio de su dolor, declaró: “Aunque Él me mate, en Él esperaré” (Job 13:15). Esa es la fe madura, la fe que no depende de las circunstancias ni de las emociones.

En el silencio, Dios te está moldeando.

A veces no escuchas a Dios porque estás en una etapa donde Él te está transformando por dentro. Es como el orfebre que purifica el oro en fuego: no habla mientras trabaja, pero no quita los ojos de su creación. Él espera a que el oro refleje su imagen… y entonces sabe que está listo.

Romanos 8:28 nos recuerda: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman.” Aunque no entiendas el porqué, puedes confiar en el para qué.

Qué hacer cuando Dios guarda silencio.

  1. No dejes de orar. Aunque sientas que tus palabras se pierden, sigue hablando con Él. La oración mantiene tu corazón alineado con el suyo.
  2. Aférrate a la Palabra. Lo que Dios dijo antes sigue siendo verdad, aunque hoy no oigas nada nuevo.
  3. Adora en medio del silencio. La adoración rompe la ansiedad del alma y recuerda a tu corazón quién tiene el control.
  4. Agradece lo que sí ves. El agradecimiento abre tus ojos para notar las pequeñas señales de su fidelidad.
  5. Espera con propósito. No es tiempo perdido; es tiempo sembrado.

Reflexión final.

Quizás hoy Dios no te ha dado la respuesta que esperas, pero eso no significa que te haya olvidado. Su silencio también es una forma de hablar. A veces dice: “Confía.” A veces dice: “Aún no.” Pero nunca significa “No te amo.”

Mantente firme. Sigue orando, aunque no sientas nada. Sigue creyendo, aunque no veas nada. Porque llegará el día en que entenderás que ese silencio fue el lenguaje con el que Dios preparó tu milagro.

“El que creyere, no se apresure.” — Isaías 28:16

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