martes, noviembre 25, 2025

Cuando alguien en la familia no quiere celebrar la Navidad.



Cada año llega diciembre y con él, las luces, las canciones y el olor a comida que llena la casa. Pero en muchas familias hay una persona que no comparte el mismo entusiasmo. Puede que se encierre, critique todo, o simplemente diga “no me gusta la Navidad”. A veces esa actitud apaga el ánimo de todos, y sin darnos cuenta, una sola persona termina arruinando lo que debería ser un momento de unión.

No siempre es por maldad o falta de fe. Detrás de esa frialdad muchas veces hay dolor, traumas o recuerdos tristes. Hay quienes perdieron a alguien en esas fechas y no soportan revivir el vacío. Otros crecieron en hogares donde la Navidad no se celebraba, o la asocian con discusiones, pobreza o decepciones. Por eso, lo primero que hay que entender es que no todos viven la Navidad desde la alegría; algunos la viven desde la herida.

La Biblia dice: “El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.” (Proverbios 15:13). A veces esa tristeza no se ve, pero se siente. Detrás de los gestos de indiferencia puede haber un corazón abatido.

Entonces, ¿qué hacer cuando alguien arruina la Navidad en casa?

Primero, no tomes su actitud como algo personal. No respondas con enojo ni sarcasmo. Recuerda que lo que esa persona expresa probablemente no tiene que ver contigo, sino con su propia batalla interna.

Segundo, muéstrale empatía sin forzarla a celebrar. No todos sanan al mismo ritmo. Un simple “te entiendo, si quieres estar tranquilo está bien” puede hacer más que mil palabras. El amor no siempre se demuestra con abrazos y risas; a veces se demuestra con silencio y respeto.

Tercero, mantén el espíritu navideño vivo en tu corazón. No permitas que la amargura de alguien más apague tu gozo. “El gozo del Señor es nuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). Si tú mantienes una actitud de paz y gratitud, tu ejemplo puede contagiar a los demás con el tiempo.

Cuarto, ora por esa persona. Pide a Dios que sane lo que no se ve. A veces el mejor regalo que puedes dar no se envuelve, sino que se entrega de rodillas. El Espíritu Santo puede tocar un corazón que tú no puedes cambiar.

Quinto, cambia el enfoque. En lugar de tratar de “hacer feliz” a quien no quiere celebrar, enfócate en vivir tú la Navidad con gratitud. Canta, ríe, comparte, pero sin esperar que todos respondan igual. El amor genuino no busca ser correspondido, solo se da.

Y si eres tú quien no disfruta la Navidad, no te sientas culpable. Dios entiende tus razones. Pero no dejes que el dolor te robe la oportunidad de ver la esperanza detrás de esta fecha. No se trata de luces, regalos o fiestas; se trata de un Salvador que vino a traer consuelo a los corazones quebrantados. “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.” (Salmo 34:18).

Si este año alguien de tu familia no quiere participar, déjalo en paz. A veces, con el paso del tiempo y el ejemplo de amor, esa persona vuelve a sonreír. La sanidad no se impone, se inspira.

Antes de cerrar, quiero dejarte esta reflexión: la Navidad no se arruina cuando alguien no quiere celebrarla, sino cuando olvidamos a quién celebramos. Si Cristo está en medio de tu hogar, aunque haya lágrimas o silencios, sigue habiendo esperanza.

Te invito a unirte conmigo en esta oración:
Señor Jesús, tú conoces el corazón de cada persona. Hay quienes sufren cuando llegan estas fechas, y tú sabes por qué. Te pido que traigas consuelo donde hay dolor, y alegría donde hay vacío. Ayúdanos a tener paciencia, a no juzgar, y a mantener viva la paz en nuestro hogar. Que esta Navidad, más que una fiesta, sea un encuentro contigo. Amén.

En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.

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