martes, noviembre 25, 2025

Empieza tu día con paz: devocional del Salmo 5.



Hay mañanas en las que uno abre los ojos y siente un peso difícil de explicar. No es tristeza, ni miedo, ni cansancio solamente; es esa mezcla rara que aparece cuando el corazón trae demasiadas cosas guardadas. A veces amanezco así, pensando en todo lo que tengo que hacer, en lo que me preocupa, en lo que quisiera resolver rápido. Y justo en esos momentos recuerdo las palabras del Salmo 5, un salmo que David escribió mientras comenzaba su día y que hoy sigue siendo un refugio perfecto para cuando uno se despierta con el alma inquieta.

David dice algo que siempre me sacude: “Oh Señor, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”. Cuando leo eso, me detengo. Me imagino a David respirando hondo antes de comenzar su jornada, presentándose delante de Dios antes de cualquier responsabilidad, antes de cualquier conversación, antes de cualquier carga. Él sabía que si no entraba en la presencia de Dios al despertar, el día podía llevarlo por caminos de confusión o desánimo. Pero si comenzaba con Dios, todo encontraba orden.

Me llama la atención que David no solo ora; también espera. Esa palabra siempre me pega fuerte. Esperar no es pasividad, es confianza. Es decirle a Dios: “Aquí estoy, antes de todo, porque sé que Tú eres quien define mi día y dirige mis pasos”. Esperar en Dios al despertar es recordarle al alma que no estamos solos, que no dependemos solo de nuestro esfuerzo y que no necesitamos controlar todo para estar en paz.

Mientras uno avanza en el salmo, se nota que David también reconoce la realidad: hay maldad alrededor, hay decisiones difíciles por tomar, hay personas complicadas y circunstancias que pueden descarriar el corazón. Eso lo vivimos todos. No hace falta caminar mucho para darnos cuenta que el mundo está lleno de ruido, de distracciones, de voces que confunden. Y por eso David ora antes de salir, antes de actuar, antes de reflexionar demasiado. Él entiende que necesita luz, dirección y protección.

Hay un detalle que me encanta: David no ora porque sea un hombre fuerte, ora porque sabe que es débil. No ora porque lo sabe todo, ora porque necesita discernimiento. Y eso es justamente lo que uno debe hacer al despertar. No se trata de fingir que todo está bajo control; se trata de aceptar que necesitamos a Dios incluso en lo que creemos que sabemos hacer.

Más adelante, David reconoce que Dios bendice al justo y lo rodea con Su favor como con un escudo. Esa imagen siempre me ha dado una paz tan profunda. Me imagino literalmente rodeado, cubierto, protegido por la misericordia de Dios. No es solo un favor que va delante de ti; es un favor que te envuelve. Ese tipo de amor, ese tipo de cuidado, es exactamente lo que necesitamos cada mañana antes de salir a enfrentar el día.

A veces me pasa que al despertar siento como si el día ya viniera cargado antes de empezar: responsabilidades, pendientes, preocupaciones, conversaciones difíciles, decisiones que no quiero tomar, pensamientos que no logro acomodar. Y ahí, justo en ese momento en que todavía estoy en la cama, este salmo me recuerda que no tengo que empezar desde el caos sino desde la presencia de Dios. Si hago eso, el día cambia. No porque las circunstancias se vuelvan fáciles, sino porque yo cambio por dentro. Mi corazón se acomoda, mis pensamientos se ordenan, mis pasos se vuelven firmes.

El Salmo 5 también muestra que uno puede y debe pedir dirección. David pide que Dios haga derecho su camino, que lo guíe, que lo sostenga. Y cuando uno ora de esa manera al despertar, está reconociendo que no quiere depender solo de su criterio, sino del consejo del Señor. Y ahí es donde la mañana se vuelve un espacio sagrado. No es solo comenzar un día; es comenzar con Dios, que es muy distinto.

Algo que me mueve mucho es que David ora con honestidad desde temprano. Él no espera sentirse fuerte para orar. Él no espera estar feliz o motivado. Él ora como es, con lo que trae dentro. Y creo que eso es lo que Dios espera de nosotros en la mañana: que nos acerquemos con sinceridad, aunque sea con sueño, aunque sea con dudas, aunque sea con cargas. Dios no se impresiona con palabras bonitas; Él mira el corazón que se acerca.

Hay días en los que cuesta orar. Días en los que uno despierta sin ganas, sin fuerzas o sin claridad. Pero incluso en esos momentos, Dios escucha. Él ve la intención. Él conoce lo que traemos por dentro. Y cuando uno se presenta delante de Él, aunque sea en debilidad, Dios responde con paz. Esa paz que no se puede describir, pero que sí se siente, esa paz que te recuerda que no enfrentas el día solo.

Este devocional del Salmo 5 al despertar es una invitación a detenerte unos segundos antes de salir corriendo. Es una oportunidad para decir: “Señor, aquí estoy. Te entrego lo que soy, lo que tengo y lo que me espera hoy”. Cuando haces eso, el día cambia. Tal vez no los problemas, pero sí tu corazón. Y cuando tu corazón cambia, todo lo demás se mira distinto.

Hay una verdad que este salmo me ha enseñado durante años: cuando Dios es lo primero en tu día, lo demás encuentra su lugar.

Antes de terminar, quiero dejarte esta reflexión que nace del corazón. No importa cómo hayas amanecido hoy ni qué tan pesado sientas el día. Lo importante es que puedes levantarte, respirar profundo y presentarte delante de Dios tal como estás. Él no espera perfección, espera sinceridad. Él sabe lo que vas a enfrentar hoy y aun así te dice: “Ven conmigo antes de salir”. Si permites que Él te rodee con Su favor como escudo, caminarás con una paz que no proviene de ti, sino de Su presencia.

Te invito a unirte conmigo en esta oración. Señor, aquí estoy al despertar. Te entrego este día, mis cargas, mis pensamientos, mis preocupaciones y mis planes. Tú sabes lo que me espera y conoces lo que me pesa. Lléname de tu paz, dame dirección y guíame con tu luz. Rodéame con tu favor como un escudo y ayúdame a caminar con sabiduría. Te necesito hoy, como cada mañana. Gracias porque siempre escuchas mi voz. Amén.

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