martes, noviembre 25, 2025

Un nuevo comienzo cuando ya no quedaba nada.



A veces la vida se rompe tan rápido que uno ni siquiera alcanza a darse cuenta del momento exacto en que todo cambió. Hay historias que empiezan con una pérdida, con un silencio extraño en el alma, con esa sensación de estar parado en medio de los pedazos de una vida que ya no reconoces. Y, sin embargo, también hay historias —y quizá esta sea la tuya— que justo ahí, en ese polvo, encuentran algo que nadie esperaba: un nuevo comienzo.

Me acuerdo de un hombre que me contó que su punto más bajo llegó una mañana cualquiera. Había perdido su trabajo, su matrimonio estaba por desmoronarse, sus fuerzas ya no respondían y su fe… bueno, su fe era apenas un hilito delgado que ni él mismo sabía cómo no se había roto. Me dijo que esa mañana se vio en el espejo y no se reconoció. “No era yo”, me contó, “era alguien vacío”.

Y aun así, algo en su interior dijo una frase que él mismo no esperaba: “Señor… si todavía puedes hacer algo conmigo, aquí estoy”.

Ese tipo de oración, tan simple y tan honesta, es la que abre puertas que nadie puede cerrar. Porque donde nosotros vemos final, Dios ve tierra fértil. Donde nosotros vemos ruinas, Él ve cimientos. Donde nosotros vemos fracaso, Él ve una oportunidad para mostrar Su gloria.

Ese día, sin saberlo, ese hombre empezó su nuevo comienzo.

Y quizá tú estás en un momento parecido. Tal vez perdiste algo grande. Tal vez te equivocaste fuerte. Tal vez alguien te lastimó más de lo que puedes expresar. O tal vez simplemente llegaste al límite y ya no sabes qué más hacer. Pero si hoy estás dispuesto a entregar tu vida a Jesucristo —o a regresarle el control que quizá le quitaste sin darte cuenta— entonces lo que parece el final es, en realidad, el inicio más importante de tu vida.

La Biblia no exagera cuando dice: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). No dice “algunas cosas”, dice todas. Y eso incluye tu historia, tu pasado, tu dolor, tus errores y tus sueños que pensaste que ya no iban a levantarse.

Vivir un nuevo comienzo en Cristo no es simplemente “mejorar la vida”. No es como esas resoluciones de año nuevo que duran tres semanas. No es un maquillaje espiritual. Es un renacimiento real. Es un cambio profundo en el corazón que empieza cuando tú le dices a Jesús: “Señor, ya no puedo… pero tú sí puedes”.

Y Él puede. Y Él quiere.

Porque el Dios que te creó no ha renunciado a ti. No importa cuántas veces te hayas quebrado, Él sigue siendo experto en reconstruir desde cero. Y no reconstruye como antes: reconstruye mejor.

A veces pensamos que Dios nos restaura devolviendo lo perdido, pero la verdad es que muchas veces Él nos da algo nuevo. Algo que nunca habíamos imaginado. Algo que no estaba en nuestro plan. Porque cuando todo se derrumba, Dios aprovecha para construir Su propósito sin los muros que nosotros mismos levantamos.

Y aquí es donde cambia la historia: cuando tú entregas tu vida a Jesucristo, no solo recibes perdón, no solo recibes salvación, no solo recibes paz… recibes también protección. Una protección que no depende de alarmas, ni candados, ni dinero, ni personas. Es la protección del Dios Todopoderoso, el que pelea tus batallas, el que te guarda cuando no estás consciente, el que te cubre cuando tú no ves el peligro, el que abre camino cuando tú solo ves desierto.

“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1).

Bajo Su sombra empieza el nuevo comienzo.

Tal vez ya no tienes lo que perdiste. Tal vez todavía duele. Tal vez te da miedo volver a confiar, volver a intentarlo, volver a levantarte. Pero el nuevo comienzo que Cristo ofrece no se basa en lo que tú puedes hacer, sino en lo que Él ya hizo en la cruz.

Cuando aceptaste a Jesús —o si hoy lo vas a aceptar— tu pasado dejó de gobernarte. Dejó de ser tu identidad. Dejó de ser tu etiqueta. No eres tu error. No eres tu caída. No eres tu peor día. Eres hijo. Eres hija. Eres perdonado. Eres amado. Eres renovado. Eres sostenido por la mano que nunca falla.

Caminar con Cristo no significa que nunca volverá a haber tormentas, pero significa que jamás volverás a pasarlas solo. Significa que tu vida ya no depende de tus propias fuerzas, sino de la gracia que te sostiene incluso cuando tú ya no puedes más. Significa que cuando el enemigo trate de recordarte tu pasado, tú puedas responderle con tu futuro.

Porque Jesús no te dio una segunda oportunidad. Te dio una vida nueva.

Y esa vida nueva empieza hoy. Aquí. Si decides creerle.

Y tal vez piensas: “¿Y si vuelvo a fallar? ¿Y si vuelvo a caer?”. Mira, los nuevos comienzos no se basan en perfección, sino en dirección. Jesús no dijo “Sígueme cuando ya estés arreglado”. Dijo “Sígueme” y luego Él se encargó de transformar a cada persona que decidió caminar con Él. Lo hizo con Pedro, lo hizo con Mateo, lo hizo con la mujer samaritana, lo hizo con Pablo. Y lo hace contigo.

El nuevo comienzo que Dios te ofrece hoy no es temporal; es un pacto eterno. Es el tipo de comienzo que cambia tu forma de ver la vida, que te cubre con propósito, que te guarda en sus manos y que te levanta aunque nadie más lo haga.

Hoy el Señor te dice: “Lo viejo ya pasó. Hoy hago algo nuevo. ¿No lo ves?” (Isaías 43:19).

Y sí, es posible que todavía no lo veas. A veces el nuevo comienzo empieza en silencio, como una semilla enterrada. Pero aunque no lo veas, está creciendo. Dios ya lo empezó en ti.

Y este puede ser el día en que todo cambie.

Antes de terminar, quiero dejarte esta reflexión…
A veces pensamos que un nuevo comienzo significa volver al punto donde todo se rompió. Pero con Cristo no es así. Él no te lleva de regreso al pasado; Él te lleva hacia adelante a un futuro diferente. Si hoy estás dispuesto a creerle, a dar ese paso de fe, a entregarle tu historia, entonces prepárate: Dios va a sorprenderte. Lo que Él empieza, Él lo termina. Lo que Él restaura, nadie lo destruye. Lo que Él cubre, nadie lo toca. Y aunque hoy apenas estés dando el primer paso, ese paso puede ser el inicio de la vida nueva que siempre necesitaste.

Te invito a unirte conmigo en esta oración…
Señor Jesús, aquí estoy. Con mis cargas, mis errores y mis heridas. Pero también con un corazón dispuesto. Te entrego mi vida y mi pasado. Hazme nuevo. Llévame por tu camino. Dame tu paz, tu guía y tu protección. Que este sea el comienzo de la vida que tú soñaste para mí. Te doy gracias porque no me rechazaste, porque me amas y porque me recibes tal como soy. Camina conmigo desde hoy y para siempre. Amén.

En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.

También te puede interesar:

COMENTARIOS EN FACEBOOK

COMENTARIOS EN SOMOSCRISTIANOS