El Movimiento Lausana ha iniciado un análisis profundo sobre cómo la inteligencia artificial (IA) podría influir en el futuro de la misión cristiana en todo el mundo.
A través de su nueva división de investigación llamada LIGHT, el movimiento estudia las oportunidades, los desafíos y las responsabilidades que surgen con el rápido avance de la IA en la vida diaria y en el ámbito eclesiástico: desde la comunicación y la educación, hasta la teología, la consejería pastoral y el ministerio misionero.
En su informe más reciente, LIGHT enfatiza que la IA “no es en sí misma ni un salvador ni una amenaza”. Su valor, señalan, depende de cómo el pueblo de Dios la entienda, la gobierne y la use con sabiduría.
El objetivo de esta iniciativa es ayudar a los líderes cristianos a comprender cómo la tecnología puede servir a la Iglesia en su propósito de cumplir la Gran Comisión, en lugar de desviar su enfoque.
Para pastores, teólogos y misioneros, el tema va más allá de lo técnico o lo ético. La inteligencia artificial ya está siendo utilizada para traducir las Escrituras, automatizar la comunicación y apoyar tareas de evangelización y discipulado. Sin embargo, los expertos advierten que su mal uso podría debilitar la conexión humana que caracteriza el mensaje cristiano.
El informe de LIGHT llama a evitar tanto el optimismo ingenuo como el miedo paralizante. En su lugar, invita a los creyentes a relacionarse con la IA desde una perspectiva teológica profunda y con conciencia ética. Se plantean preguntas esenciales:
- ¿Cómo pueden estas herramientas fortalecer las relaciones genuinas en lugar de reemplazarlas?
- ¿De qué manera la Iglesia puede modelar transparencia, equidad y justicia en esta era digital?
- ¿Y cómo aprovechar la tecnología para acelerar la Gran Comisión sin perder de vista a Cristo como el centro?
Para guiar este proceso, los investigadores del Movimiento Lausana proponen un marco ético de cuatro principios:
- Alineación con la Gran Comisión: que toda tecnología sirva al propósito misionero de la Iglesia.
- Alineación relacional: que fortalezca, y no sustituya, las relaciones humanas y divinas.
- Alineación con la utilidad y la equidad: que promueva la justicia, la sostenibilidad y la protección de los más vulnerables.
- Alineación moral: que garantice transparencia, responsabilidad y valores éticos en todo uso tecnológico.
Estos principios buscan que toda innovación refleje los valores bíblicos de verdad, justicia, misericordia y amor.
El documento advierte: “La inteligencia artificial no debe interferir con nuestra comunión con Dios ni con nuestra conexión con los demás. Más bien, debe servir para fortalecer la relación humana auténtica.” También recuerda que las máquinas no pueden tener responsabilidad moral: esa sigue siendo una tarea exclusiva del ser humano.
Uno de los temas más discutidos es el de la evangelización pública. Aunque la IA ya puede traducir la Biblia a nuevos idiomas o generar contenido culturalmente relevante, Lausana aclara que ninguna herramienta digital puede reemplazar el testimonio viviente del creyente.
“El evangelio permanece inmutable”, subraya el informe. “Los mandamientos bíblicos trascienden toda innovación tecnológica y exigen una proclamación fiel, sin importar el medio.”
La IA puede facilitar la comunicación, proteger a misioneros en zonas restringidas y ayudar a identificar nuevos públicos, pero la voz humana —guiada por el Espíritu Santo— sigue siendo insustituible.
El texto concluye recordando que Jesús, “la Palabra hecha carne”, predicó mediante su presencia encarnada. De la misma manera, los creyentes son llamados a llevar el mensaje con su vida y su presencia física. En un mundo cada vez más digital, la autenticidad humana sigue siendo el canal más poderoso del amor de Cristo.
El Movimiento Lausana reconoce que la Iglesia ha enfrentado antes revoluciones tecnológicas y que volverá a hacerlo. Pero con discernimiento, oración y esperanza, los cristianos pueden abrazar esta nueva era confiando en que Dios continuará su obra —también en el ámbito digital— a través de su pueblo.
Como concluye el informe: “La inteligencia artificial puede ampliar, pero jamás sustituir, al ser humano lleno del Espíritu que proclama el Evangelio. La tecnología debe servir, no reemplazar, la voz viva que anuncia las buenas nuevas.”




