martes, noviembre 25, 2025

¿Es pecado comer sangre? Lo que dice la Biblia sobre la morcilla y otros alimentos con sangre.



En algunos países, la morcilla —un embutido hecho con sangre cocida— es parte tradicional de la mesa. En fiestas o comidas típicas, muchos la disfrutan sin pensar demasiado. Pero entre los creyentes, surge una pregunta que no es menor: ¿es pecado comer sangre? ¿Qué dice la Palabra de Dios sobre esto?

Recuerdo la primera vez que me ofrecieron morcilla en un viaje. Estaba rodeado de personas amables, la comida se veía deliciosa, y en medio de todo ese ambiente, me sentí incómodo. No por la comida en sí, sino por lo que sabía que la Biblia dice acerca de la sangre. Esa noche decidí investigar más a fondo, y descubrí que este tema no es solo una cuestión de costumbre, sino de obediencia espiritual y respeto por la vida que Dios nos dio.

Desde el principio de la creación, Dios estableció un principio muy claro sobre la sangre. No es un simple líquido biológico: es símbolo de la vida. Y la vida, según la Biblia, pertenece a Dios.

En el libro de Levítico, el Señor ordena: “Porque la vida de la carne en la sangre está; y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona” (Levítico 17:11).

Aquí Dios enseña que la sangre tiene un propósito sagrado: representar la vida y ser usada para la expiación, no para el consumo. Por eso, en el mismo capítulo, reafirma con fuerza:
“Ninguna persona de vosotros comerá sangre, ni el extranjero que mora entre vosotros comerá sangre” (Levítico 17:12).

Estas palabras no se limitan al pueblo de Israel antiguo. Este principio aparece incluso antes de la ley mosaica, después del diluvio, cuando Dios le da instrucciones a Noé y su familia:
“Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Génesis 9:4).

Así que, mucho antes de Moisés, ya existía esta prohibición. La sangre no debía ser comida, porque representaba algo sagrado: la vida que solo Dios puede dar y quitar.

Algunos podrían pensar que eso cambió con el Nuevo Testamento, que ya no estamos bajo la ley antigua. Pero lo sorprendente es que incluso en la iglesia primitiva, este mandamiento fue reafirmado.
Cuando los apóstoles discutieron sobre qué debían guardar los nuevos creyentes gentiles (que no eran judíos), decidieron guiarlos con una instrucción inspirada por el Espíritu Santo:
“Que se abstengan de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de lo estrangulado y de sangre” (Hechos 15:20).

Sí, incluso en tiempos de la gracia, los discípulos siguieron enseñando que los cristianos debían abstenerse de comer sangre. No era una costumbre judía sin sentido, sino una muestra de respeto por la santidad de la vida y por las instrucciones del mismo Dios que nunca cambian.

Por eso, cuando alguien pregunta si es pecado comer morcilla o cualquier alimento con sangre, la respuesta bíblica es clara: sí, Dios pide que no lo hagamos.
No se trata de legalismo, sino de obediencia y reverencia. Cada vez que un creyente decide honrar a Dios incluso en lo que come, está diciendo con su vida: “Señor, confío en ti, incluso en las cosas pequeñas”.

En el mundo moderno muchos relativizan estos temas, pero Dios no ha cambiado. Lo que Él declaró santo, sigue siendo santo. Y aunque no se trata de juzgar a nadie, es importante recordar que la obediencia, aun en lo pequeño, trae bendición.

En nuestras mesas hay libertad, pero también responsabilidad. Como dice Pablo:
“Todo me es lícito, mas no todo conviene; todo me es lícito, mas no todo edifica” (1 Corintios 10:23).

Comer sangre no nos condena automáticamente, pero nos aleja de un principio espiritual que Dios estableció desde el principio: respetar la vida y lo que ella representa.

Antes de terminar, quiero dejarte esta reflexión…
A veces creemos que obedecer a Dios es solo evitar los pecados grandes, pero la verdadera madurez espiritual se nota en los detalles, en las decisiones pequeñas donde nadie nos ve. Si Dios dice “no comas sangre”, tal vez no sea por una simple regla alimentaria, sino porque quiere recordarnos que toda vida tiene un valor sagrado, y que solo Él tiene autoridad sobre ella.

Te invito a unirte conmigo en esta oración…
Señor, gracias porque tu Palabra ilumina incluso los temas que parecen simples. Enséñanos a obedecerte en todo, desde lo más grande hasta lo más pequeño. Ayúdanos a tener un corazón sensible para respetar tu voluntad, y que cada decisión, incluso lo que comemos, te honre a ti. En el nombre de Jesús, amén.

En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.

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