A veces pensamos que somos lo suficientemente fuertes para mantenernos firmes, sin importar con quién andemos o qué influencias nos rodeen. Pero la verdad es que todos, sin darnos cuenta, absorbemos lo que vemos, lo que escuchamos y lo que compartimos con los demás. Por eso la Biblia nos da una advertencia tan clara y poderosa en Proverbios 13:20:
“El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado.”
Este versículo no es solo un consejo de prudencia. Es una ley espiritual. Las personas que nos rodean moldean nuestro carácter, nuestras decisiones y hasta nuestro destino. Si caminamos con sabios —personas que temen a Dios, que buscan su voluntad, que edifican con sus palabras y acciones— poco a poco nos iremos pareciendo a ellos. Pero si nos rodeamos de necios —los que ignoran la voz de Dios, viven sin propósito, se burlan de lo bueno y llaman “aburrido” al temor del Señor— inevitablemente terminaremos sufriendo las consecuencias de su camino.
A lo largo de la vida he visto cómo la compañía correcta puede levantar a alguien, y cómo la compañía equivocada puede destruir a otro. Hay jóvenes que comenzaron con un corazón noble, pero se dejaron arrastrar por amistades que los llevaron al pecado. Hay matrimonios que se han fortalecido porque buscaron el consejo de personas sabias, y otros que se han desmoronado porque se rodearon de quienes solo alimentaron el orgullo o la venganza.
Caminar con sabios no significa andar con personas perfectas, sino con personas que reconocen su necesidad de Dios. Son aquellos que te inspiran a crecer, a perdonar, a tener fe, a no rendirte. Los sabios te corrigen con amor cuando te equivocas, te animan cuando flaqueas y te recuerdan que tu valor no depende del mundo, sino del Señor.
Por el contrario, el necio te aplaude en tus errores, te aconseja según su propio enojo o deseo, y nunca te acerca más a Cristo. A veces el necio se disfraza de amigo, de compañero, o incluso de alguien que “te entiende”. Pero sus palabras te dejan vacío, confundido o más alejado de Dios.
Si hoy te has dado cuenta de que hay personas en tu entorno que no te edifican, no te sientas culpable por alejarte. No es orgullo, es sabiduría. Dios te llama a proteger tu corazón, porque de él mana la vida. Y parte de protegerlo es decidir con quién caminas.
Jesús también nos enseñó con su ejemplo. Él amó a todos, pero no caminó con todos. Escogió cuidadosamente a sus discípulos, oró por ellos, los instruyó y los corrigió. No buscó popularidad ni compañía fácil, sino relaciones con propósito.
Pídele al Señor que te rodee de personas sabias, humildes, llenas de su Espíritu. Y sé tú también una de ellas. Sé esa persona que inspira, que aconseja con amor, que levanta a otros y los acerca a Dios. Porque cuando la sabiduría te acompaña, no solo andas seguro: andas con propósito.
Antes de terminar, quisiera dejarte esta reflexión…
Las amistades son como caminos: algunas te llevan a Dios y otras te alejan de Él. Si no sabes en qué dirección vas, mira con quién caminas.
Te invito a unirte conmigo en esta oración…
Señor, gracias por enseñarme que la verdadera sabiduría no se encuentra en los libros ni en la experiencia, sino en Ti. Ayúdame a rodearme de personas que te aman, que me impulsen a crecer y me ayuden a mantenerme firme en la fe. Dame discernimiento para reconocer cuando una amistad no viene de Ti y valor para alejarme a tiempo. Y sobre todo, hazme a mí una persona sabia que bendiga la vida de otros. En el nombre de Jesús, amén.
En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.




