martes, noviembre 25, 2025

Cuando el amor te aleja de Dios.

Samuel era un joven de la iglesia, alegre, servicial y lleno de fe. Tocaba la guitarra en el grupo de jóvenes y le gustaba compartir versículos en sus redes. Todo parecía marchar bien, hasta que conoció a una muchacha en la universidad. Ella era amable, divertida y le hacía sentir especial. No hablaba de Dios, pero tampoco lo criticaba. Samuel pensó: “Tal vez con el tiempo ella cambie”.

Comenzaron a salir, y al principio todo era emoción. Pero poco a poco, Samuel fue dejando cosas pequeñas: ya no asistía a los ensayos del grupo, dejaba los devocionales para después, y cuando sus amigos le invitaban al estudio bíblico, decía que tenía otros planes. Sin darse cuenta, su relación lo estaba apartando del propósito de Dios.

Una noche, mientras regresaba a casa, sintió un vacío. Recordó las palabras del apóstol Pablo: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Corintios 6:14).

Esas palabras retumbaron en su corazón. Se dio cuenta de que no se trataba de juzgar a su novia, sino de entender que una relación sana no solo se construye con cariño, sino también con fe compartida. Porque si uno quiere avanzar espiritualmente y el otro no, tarde o temprano caminarán en direcciones distintas.

Muchos jóvenes hoy viven lo mismo que Samuel. Se enamoran de alguien que no comparte su fe, y al principio piensan que eso no importa, que el amor lo puede todo. Pero el amor verdadero no te aleja de Dios; al contrario, te acerca más a Él. Si una relación te empuja a callar tu fe, a dejar de orar o a esconder tu luz, no viene de Dios.

Dios no te pide que rechaces a las personas que no creen, sino que cuides tu corazón. Una relación con alguien que no conoce a Cristo puede volverse una batalla constante: tú queriendo servir a Dios, y la otra persona sin entenderlo, burlándose de tu fe o llevándote a ambientes donde sabes que no perteneces.

Y claro, hay casos donde uno se convierte y el otro después también llega a los pies de Cristo. Pero eso sucede por la gracia de Dios, no porque el creyente lo haya planeado así. No es prudente entrar en una relación esperando que la otra persona cambie. El cambio verdadero viene solo cuando el corazón se rinde a Jesús, no por amor humano.

La Biblia enseña que debemos guardar el corazón, porque de él mana la vida. Y cuando un joven entrega su corazón sin escuchar la voz de Dios, corre el riesgo de perder el rumbo. El amor sin fe compartida se vuelve confusión, y lo que empezó con ilusión puede terminar en dolor.

Si estás en esa situación hoy, detente un momento y pregúntate: ¿esta relación me acerca a Dios o me aleja de Él? ¿Siento paz cuando oro al respecto? ¿O solo estoy justificando algo que sé que no está bien?

Dios no quiere verte sufrir. Él no te quita algo bueno, sino que te protege de lo que podría dañarte. Él tiene para ti una persona que te ame de verdad, que ore contigo, que te impulse a servir, que camine a tu lado en la misma dirección espiritual. No te conformes con menos.

Esperar en Dios no es perder tiempo, es permitir que Él construya algo eterno. El amor humano sin la base espiritual es como una casa sin cimientos: puede verse hermosa por fuera, pero el primer viento fuerte la derrumba.

Antes de terminar, quisiera dejarte una breve reflexión…
A veces creemos que amar a alguien es suficiente, pero cuando ese amor nos hace ocultar nuestra fe, ya no es amor, es atadura. El verdadero amor comienza en Cristo, porque solo quien conoce Su amor puede amar con pureza, fidelidad y propósito. Si hoy estás en una relación donde Jesús no está al centro, pídele sabiduría. Él te mostrará el camino correcto, aunque al principio duela. El tiempo demostrará que fue la mejor decisión.

Te invito a unirte conmigo en esta oración…
Señor Jesús, gracias por recordarme que mi corazón te pertenece primero a Ti. Dame sabiduría para amar con propósito y valentía para alejarme de lo que no me edifica. Si estoy en una relación que no te honra, muéstrame con claridad qué debo hacer. Y si me has preparado a alguien conforme a Tu voluntad, ayúdame a esperar con fe y pureza. En el nombre de Jesús, amén.

En Somos Cristianos Conectamos Corazones con Cristo.

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