martes, noviembre 25, 2025

No seas bueno, sé justo.

A veces la gente nos dice: “Sé bueno, no le hagas daño a nadie, ayúdalo aunque te haga mal, aguanta todo con una sonrisa.” Y aunque eso suena bonito, no siempre es lo que Dios espera de nosotros. Porque ser “bueno” sin discernimiento puede convertirse en una forma de debilidad, mientras que ser justo es reflejar el carácter de Dios.

Dios no nos llamó a ser simplemente personas “buenas”, sino personas justas. La bondad puede nacer del deseo de agradar a los demás, pero la justicia viene del deseo de agradar a Dios. La bondad humana a veces permite el pecado por miedo a confrontar, o calla la verdad por no querer herir. En cambio, la justicia dice lo correcto aunque duela, y actúa con amor pero también con firmeza.

Jesús no vino al mundo solo a hacer el bien. Vino a hacer justicia. Por eso cuando entró al templo y vio a los cambistas vendiendo animales dentro de la casa de su Padre, no sonrió y se quedó callado para ser “bueno”. Tomó un látigo y volcó las mesas porque entendía que la justicia de Dios estaba siendo pisoteada. No actuó por ira, sino por celo santo.

Muchas veces confundimos el amor con la permisividad. Pensamos que amar es no poner límites, no corregir, no decir nada. Pero Dios es amor, y aun así Dios también es justo. Su amor no tolera la injusticia, y su justicia no deja de amar.

Cuántas veces, por querer ser “buenos”, permitimos cosas que sabemos que están mal. Aceptamos comportamientos, relaciones o situaciones que nos roban la paz espiritual, solo por no querer parecer duros. Pero al hacerlo, traicionamos nuestra conciencia y desobedecemos a Dios.

Ser justo no significa ser cruel ni orgulloso. Significa vivir con equilibrio, con verdad y con rectitud. Significa tratar a todos con respeto, pero no permitir el abuso. Significa perdonar, sí, pero también poner límites cuando es necesario.

Ser bueno te hace querer que todos te quieran.
Ser justo te hace querer que Dios te apruebe.

En un mundo donde se premia la apariencia, la justicia parece anticuada. Pero el justo siempre tiene la mirada del cielo sobre él. Dice la Palabra: “Jehová ama la justicia y no abandona a sus santos; para siempre serán guardados” (Salmo 37:28).

Piensa por un momento en las veces que has actuado por “ser bueno” y luego te has sentido usado, engañado o vacío. Tal vez tu corazón quería agradar, pero Dios quería que aprendieras a discernir. Ser justo no siempre será popular, pero siempre será correcto.

Jesús dijo: “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas las cosas les serán añadidas” (Mateo 6:33). ¿Notaste que no dijo “su bondad”? Porque el Reino se sostiene sobre la justicia, no sobre el conformismo.

Cuando alguien te pida que hagas algo que va contra tus valores, no cedas solo por parecer “bueno”. Cuando veas una injusticia, no calles para mantener la paz aparente. Cuando debas corregir a un hijo o a un hermano, hazlo con amor, pero también con verdad. Eso es justicia.

El justo no vive según la opinión de la gente, sino según la Palabra de Dios. Ser justo es tomar decisiones que honran al Señor, aunque te cueste relaciones, prestigio o comodidad. Ser justo es caminar con la conciencia limpia, sabiendo que aunque pocos lo entiendan, el cielo lo aprueba.

La bondad humana se cansa, pero la justicia de Dios permanece. Por eso, en vez de intentar ser bueno para todos, procura ser justo delante de Él.

“Aprended a hacer el bien; buscad la justicia, socorred al oprimido; defended al huérfano, abogad por la viuda.” (Isaías 1:17)

Si de verdad queremos seguir los pasos de Cristo, debemos recordar que Él no fue crucificado por ser “bueno”, sino por ser justo. La justicia incomoda al pecado, pero libera al alma.

A veces la justicia de Dios te hará decir “no”, cuando todos esperan que digas “sí”. Te hará alejarte de situaciones donde antes solías quedarte. Te hará hablar cuando otros prefieren callar. Pero cada vez que elijas lo justo sobre lo cómodo, el cielo sonreirá.

Porque el Reino de Dios no se edifica con buenas intenciones, sino con corazones justos. No se trata de cuántos te aplauden, sino de cuántos cambian al ver en ti el reflejo de la verdad.

Que tu meta no sea ser recordado como una buena persona, sino como alguien que caminó en justicia. Alguien que no temió hablar con verdad, amar con firmeza y vivir con integridad. Porque los buenos son olvidados, pero los justos dejan huella eterna.

Reflexión final:
Ser bueno puede agradar a los hombres, pero ser justo agrada a Dios. No temas perder aprobación por mantener tus principios. La justicia te puede costar el aplauso del mundo, pero te ganará la mirada del cielo.

Oración:
Señor, enséñame a no buscar quedar bien con los hombres, sino a vivir conforme a tu justicia. Dame sabiduría para actuar con amor, pero también con verdad. Que mi vida refleje tu carácter justo, y que cada decisión que tome te honre. En el nombre de Jesús, amén.

En somos cristianos conectamos corazones con Cristo.

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