martes, noviembre 25, 2025

La verdad que no te atreves a decirte.

En somos cristianos conectamos corazones con Cristo.

Hay algo que todos hemos hecho alguna vez sin darnos cuenta: mentirnos a nosotros mismos. No es una mentira como las que se dicen para engañar a otros, sino una más profunda, más silenciosa y más peligrosa. Es esa que nos decimos para no enfrentarnos a lo que realmente somos o a lo que tememos aceptar. A veces lo hacemos por vergüenza, otras por miedo, y muchas veces por no sentirnos menos frente a los demás. Pero esa pequeña mentira interior puede convertirse en una gran barrera que nos impide crecer, avanzar y vivir en libertad.

Nos mentimos cuando decimos que estamos bien, pero por dentro sabemos que no lo estamos. Nos mentimos cuando decimos que “ya perdonamos”, pero en realidad seguimos cargando con resentimiento. Nos mentimos cuando decimos que “todo está bajo control”, mientras nuestro corazón grita por ayuda. Y así, con el tiempo, esas pequeñas mentiras se vuelven parte de nuestra identidad, disfrazando lo que realmente somos.

La mentira no siempre suena fea. A veces se disfraza de excusa, de orgullo o incluso de “sabiduría”. Pero mientras más la usamos, más nos alejamos de la verdad que Dios quiere mostrarnos. Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). No dijo “la verdad de los demás”, sino la verdad, esa que también incluye mirarnos al espejo y reconocer lo que no queremos ver.

Cuando nos mentimos, cerramos la puerta al cambio. Porque mientras no aceptes tu realidad, no podrás transformarla. Dios no puede sanar lo que tú niegas, ni puede bendecir una versión falsa de ti mismo. Él trabaja con la verdad, incluso si duele. Y muchas veces el primer paso hacia la restauración no es orar más, ni hacer más, sino ser honestos con nosotros mismos.

Quizás por años has vivido bajo una imagen que no te representa, tratando de mantener una apariencia ante los demás. Tal vez te comparas, te esfuerzas por parecer exitoso, fuerte o espiritual, cuando en realidad te sientes vacío, frustrado o confundido. Pero mientras no seas honesto contigo, vivirás cansado, porque fingir consume más energía que cambiar.

Dios no te pide perfección, te pide sinceridad. En el Salmo 51:6, David dice: “Tú amas la verdad en lo íntimo; y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.” Cuando decides dejar de mentirte, Dios comienza a mostrarte quién eres realmente, y quién puedes llegar a ser en Él.

Ser sincero contigo mismo no significa juzgarte ni culparte. Significa tener el valor de decir: “No estoy donde quiero estar, pero estoy dispuesto a cambiar”. Y esa simple confesión abre el camino a la transformación. La verdad duele al principio, pero sana después. La mentira calma al principio, pero destruye al final.

En el mundo espiritual, mentirte es como caminar con los ojos vendados. En el mundo profesional, es como construir sobre arena. Pero cuando eliges la verdad, aunque sea incómoda, te posicionas en el terreno donde Dios puede levantarte, prosperarte y usarte. Porque Él no trabaja con máscaras, sino con corazones dispuestos.

No te castigues por lo que fuiste o por lo que ocultaste. Todos, en algún momento, hemos usado palabras o actitudes para protegernos del dolor. Pero llega un punto donde seguir ocultando la verdad ya no te protege, sino que te encadena. Jesús vino precisamente a romper esas cadenas, a liberarte del peso de tener que aparentar.

Hoy puede ser el día en que empieces a vivir con libertad. Mírate al espejo y atrévete a decirte la verdad. Si hay algo que no va bien, díselo a Dios. Si hay algo que te duele, exprésalo. Si has estado viviendo de apariencias, pídele que te dé la valentía para ser tú mismo. No hay éxito más grande que la paz de ser auténtico.

La madurez espiritual y el verdadero éxito en la vida comienzan cuando te reconcilias con tu verdad. Cuando ya no necesitas mentirte para sentirte valioso. Cuando entiendes que tu identidad no depende de lo que haces ni de lo que los demás piensan, sino de lo que Dios dice de ti. Y Él dice que eres amado, escogido y suficiente.

La mentira te mantiene atrapado en el pasado. La verdad te impulsa hacia tu propósito. No temas reconocer tus debilidades, porque ahí es donde Dios muestra su fuerza. No temas aceptar tus errores, porque ahí es donde comienza la sabiduría. Y no temas quitarte las máscaras, porque cuando lo haces, descubres que la gracia de Dios cubre todo lo que intentabas esconder.

Reflexión final:
La verdad no siempre es fácil de aceptar, pero siempre es necesaria. Vivir en la mentira puede darte alivio momentáneo, pero vivir en la verdad te da libertad eterna. Hoy, haz una pausa y examina tu corazón. Pregúntate: “¿Estoy siendo honesto conmigo mismo?”. Si la respuesta es no, no te culpes; solo vuelve al camino. Dios no busca perfección, busca corazones sinceros.

Oración:
Señor, ayúdame a reconocer las áreas donde no he sido honesto conmigo mismo. Enséñame a amar la verdad aunque duela, y a dejar las apariencias que me alejan de Ti. Límpiame de todo orgullo, miedo o vergüenza, y dame un corazón sincero. Quiero vivir en la libertad que solo da Tu verdad. Amén.

También te puede interesar:

COMENTARIOS EN FACEBOOK

COMENTARIOS EN SOMOSCRISTIANOS