martes, noviembre 25, 2025

¿El don de sanidad existe hoy en día?

En Somoscristianos.org conectamos corazones con Cristo.

He escuchado a muchos cristianos debatir este tema con pasión. Algunos aseguran que los dones sobrenaturales, como el de sanidad, cesaron con los apóstoles; otros, que el poder de Dios sigue manifestándose igual que en los tiempos bíblicos. Pero más allá del debate teológico, la verdadera pregunta que muchos creyentes se hacen en silencio es esta: ¿Dios todavía sana hoy?

Yo mismo me he hecho esa pregunta. He visto personas orar por enfermos con fe sincera y no ver resultados inmediatos. Pero también he sido testigo de otros casos en los que algo que parecía imposible cambió de manera sobrenatural. Y en medio de todo, he comprendido que el don de sanidad no depende de una persona, sino del Espíritu Santo, quien reparte a cada uno como Él quiere.

1 Corintios 12:9 dice: “A otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.” Esa frase —“dones de sanidades”— nos recuerda que no se trata de una habilidad humana, sino de una manifestación del poder de Dios en quienes Él escoge.

Cuando la fe se enfrenta al dolor.

No hay nada más difícil que ver sufrir a alguien que amamos. Cuando un hijo, un padre o un amigo está enfermo, nuestra fe es probada. Muchos oran, ayunan y piden a Dios un milagro. A veces lo reciben. Otras veces, no. Y es ahí donde surgen las dudas: ¿será que ya no existe el don de sanidad?, ¿será que Dios ya no obra igual que antes?

Pero el hecho de que no siempre veamos un milagro no significa que Dios no sane. Significa que Su voluntad es más grande que nuestra comprensión. En los Evangelios, Jesús no sanó a todos los enfermos de Israel, aunque tenía el poder para hacerlo. Sanó a aquellos que el Padre le mostraba. Esto nos enseña algo profundo: los milagros no son un espectáculo, son actos soberanos del amor y propósito de Dios.

El propósito detrás de la sanidad.

A veces pensamos que el objetivo principal del don de sanidad es aliviar el dolor físico, pero la Biblia nos enseña que tiene un propósito mucho mayor: revelar la gloria de Dios y confirmar Su Palabra.

Cuando Pedro y Juan sanaron al cojo en la puerta del templo (Hechos 3), el milagro no fue solo para que aquel hombre caminara, sino para que todo el pueblo viera el poder de Jesús resucitado. El milagro abrió la puerta a una multitud de conversiones.

Hechos 3:16 dice: “Por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad.” La sanidad fue una señal, una evidencia visible del poder del nombre de Cristo.

Dios puede usar la sanidad física para traer una sanidad espiritual mucho más profunda. En muchos casos, el mayor milagro no es que el cuerpo se recupere, sino que el corazón se rinda ante Dios.

El Espíritu Santo no ha cambiado.

Hay quienes enseñan que los dones milagrosos cesaron con la muerte de los apóstoles, basándose en una interpretación de 1 Corintios 13:8-10: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.” Sin embargo, Pablo no dice que los dones cesarían en el primer siglo, sino “cuando venga lo perfecto”. Y lo perfecto aún no ha llegado. Vivimos en un mundo donde sigue habiendo enfermedad, dolor y muerte; por lo tanto, la obra del Espíritu sigue activa.

Dios no cambió. Su poder no disminuyó. Lo que sí ha cambiado, muchas veces, es nuestra disposición a creer. En un mundo lleno de medicina moderna, ciencia avanzada y tecnología, hemos aprendido a confiar más en los recursos humanos que en la intervención divina. Pero eso no significa que el poder de Dios haya desaparecido. Solo significa que muchas veces no lo buscamos como antes.

Hebreos 13:8 afirma: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.” Si Él sanaba antes, también puede sanar ahora. Su compasión no tiene fecha de expiración.

El don no es para exhibirse.

Hay que ser honestos: muchos han usado el tema de la sanidad para manipular o lucrar. Falsos profetas prometen milagros a cambio de dinero o fama, y eso ha dañado la fe de muchos. Pero el abuso no elimina la verdad.

Jesús mismo advirtió: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí” (Mateo 7:22-23). El problema no es el milagro, sino el corazón de quien lo busca.

El verdadero don de sanidad opera en humildad, en obediencia y en amor. No busca aplausos ni donaciones. Busca glorificar a Cristo y aliviar el sufrimiento.

Cuando Dios no sana… también es sanidad.

Quizás esta es la parte más difícil de entender. Hay ocasiones en que Dios no concede la sanidad física que pedimos. Pablo mismo escribió en 2 Corintios 12:7-9: “Me fue dado un aguijón en mi carne… Tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí; y me ha dicho: Bástate mi gracia.”

Dios pudo sanar a Pablo, pero decidió no hacerlo, porque había un propósito mayor. A veces, Dios usa la enfermedad para moldear nuestro carácter, acercarnos más a Él o cumplir algo que solo Él comprende.

La verdadera fe no consiste en creer que Dios siempre hará lo que pedimos, sino en confiar que Él siempre hará lo correcto.

Testimonios reales hoy.

Hay miles de testimonios de sanidades actuales en todo el mundo. En hospitales, en iglesias pequeñas, en países donde el evangelio está creciendo. Algunos ocurren en segundos; otros, después de años de oración. Hay médicos que reconocen casos que no pueden explicar científicamente. Y aunque no todos los testimonios son verdaderos, muchos son innegables.

Recuerdo el caso de una mujer que padecía una enfermedad degenerativa. Su iglesia oró durante meses. Los doctores no daban esperanza. Pero un día, sus análisis mostraron algo imposible: el avance de la enfermedad se había detenido por completo. Los médicos no pudieron explicarlo, pero ella sí: “Jesús me sanó”.

¿Podemos pedir el don?

Sí. Podemos pedirlo, pero con un corazón correcto. La Biblia nos anima a desear los dones espirituales, especialmente los que edifican al cuerpo de Cristo.

1 Corintios 14:1 dice: “Seguid el amor; y procurad los dones espirituales.” No se trata de exigir, sino de disponernos a ser instrumentos. Dios no da dones para hacernos sentir importantes, sino para bendecir a otros.

El don de sanidad puede manifestarse en un creyente común, no solo en pastores o evangelistas. Lo importante es estar lleno del Espíritu Santo y actuar movidos por la compasión. Jesús siempre se movía a sanar porque “tuvo compasión de ellos” (Mateo 14:14).

La sanidad más importante.

Aunque el cuerpo se enferme, lo más importante es el alma. Una persona puede recibir un milagro físico y seguir vacía por dentro. Pero quien recibe la sanidad interior —el perdón, la paz y la restauración que solo Cristo da— experimenta el mayor milagro posible.

Jesús sanó a diez leprosos, pero solo uno regresó a darle gracias. Y a ese, le dijo: “Tu fe te ha salvado” (Lucas 17:19). Nueve fueron sanados del cuerpo; uno fue sanado del alma.

Esa es la esencia del Evangelio: Dios puede sanar el cuerpo, pero su meta principal es sanar el corazón.

¿Y tú, crees que Dios puede hacerlo?

Si estás enfermo o conoces a alguien que lo esté, no pierdas la esperanza. No dejes que el desánimo te robe la fe. Ora, confía y pon tu situación en manos de Dios. Él puede usar la medicina, un tratamiento o un milagro directo. Lo importante es recordar que el poder sigue siendo de Él.

Y si no ves el milagro que esperabas, no pienses que tu fe fue poca. Dios te ve, te ama y tiene un plan incluso en medio del dolor. A veces sana el cuerpo, otras veces sana el alma, pero siempre está obrando.

Isaías 53:5 nos recuerda: “Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”

Esa promesa sigue viva. Y mientras Cristo viva —y Él vive por los siglos— el don de sanidad también sigue existiendo.

Reflexión final.

El don de sanidad no es un mito del pasado ni un espectáculo para las redes sociales. Es una manifestación real del amor de Dios. Algunos lo han distorsionado, pero eso no cambia el hecho de que el Espíritu Santo sigue actuando con poder.

Cada vez que alguien ora con fe, cada vez que una iglesia se une por un enfermo, cada vez que un médico ve algo que no puede explicar, el cielo nos recuerda: Dios todavía sana.

No siempre como esperamos, pero siempre con propósito. Porque a veces la verdadera sanidad no está en el cuerpo que se levanta, sino en el alma que se rinde.

Oración.

Señor, gracias porque sigues siendo el mismo Dios que sana, restaura y levanta. Te pido por los enfermos que hoy te buscan, que sientan tu presencia en medio de su dolor y tu paz en medio de la incertidumbre. Si es tu voluntad, derrama sanidad sobre ellos. Pero sobre todo, sana sus corazones y fortalece su fe. En el nombre de Jesús, amén.

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