Cuando uno mira a su alrededor, parece que el mundo se ha vuelto un escenario donde todos repiten el mismo guion. Las noticias suenan igual, las redes sociales muestran lo mismo, las tendencias cambian de un día para otro pero el mensaje de fondo siempre apunta hacia una sola dirección: manipular lo que pensamos, lo que creemos y cómo percibimos la realidad. Hace unos años, si alguien hablaba de control global de la información, se le llamaba conspiranoico. Hoy basta abrir el teléfono y ver cómo los temas se censuran, cómo las voces disidentes desaparecen y cómo las verdades se disfrazan para darse cuenta de que aquello que parecía exageración ahora es parte de nuestra vida cotidiana.
Lo más alarmante no es la manipulación en sí, sino que millones de personas ya se acostumbraron a vivir dentro de ella. Es como si un velo cubriera los ojos del mundo. Nadie se pregunta quién decide qué se publica y qué no, quién define lo que está bien creer y lo que no se debe mencionar. Pero los hijos de Dios no podemos permanecer dormidos. Debemos entender que detrás del sistema de información actual se mueve una estructura espiritual. No es solo una cuestión política, tecnológica o económica. Es una batalla espiritual por el dominio de las mentes.
Desde el principio, el enemigo ha usado la mentira como su arma principal. En el Edén no usó fuerza ni violencia, sino palabras. Engañó a Eva con información alterada, con medias verdades. Lo mismo hace hoy, solo que ahora cuenta con satélites, algoritmos y millones de pantallas a su disposición. La serpiente ya no susurra en el jardín; habla a través de los medios, de los influencers, de las series y de los discursos globales. Y lo hace tan sutilmente que incluso muchos creyentes terminan adoptando pensamientos que no vienen de Dios, repitiendo sin darse cuenta las ideas del sistema.
Jesús fue claro cuando advirtió: “Mirad que nadie os engañe” (Mateo 24:4). No dijo “que nadie os persiga”, ni “que nadie os ataque”, sino “que nadie os engañe”. El engaño es la estrategia más peligrosa porque no se percibe como amenaza. Se presenta disfrazado de verdad, de justicia, de progreso, de inclusión, de ciencia o de libertad. Pero detrás de ese disfraz hay un propósito oscuro: borrar el diseño divino y preparar el terreno para el dominio del Anticristo.
Si observamos con ojos espirituales, todo encaja con precisión profética. La Biblia dice que llegará el momento en que el mundo creerá una gran mentira porque “no recibieron el amor de la verdad” (2 Tesalonicenses 2:10). Ese tiempo ya comenzó. No será un solo acto de engaño, sino un proceso gradual de adormecimiento. Primero se manipula la percepción, luego se normaliza la mentira, y finalmente se castiga al que se atreve a decir la verdad. Lo vemos todos los días: periodistas despedidos por cuestionar la versión oficial, científicos silenciados, cristianos censurados por predicar lo que la Biblia enseña, y plataformas que deciden quién puede hablar y quién debe ser eliminado.
Detrás del control de la información hay un propósito profético. No es casual que Apocalipsis hable de una bestia que “hará que todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, reciban una marca” y que nadie pueda comprar ni vender si no la tiene. Antes de llegar a ese nivel de control económico, debe existir primero un control mental y comunicacional. Nadie se someterá voluntariamente a un sistema totalitario a menos que haya sido convencido emocionalmente de que es por su bien. Por eso la información se ha convertido en el campo de batalla del siglo XXI.
El enemigo ya no necesita quemar Biblias ni cerrar iglesias físicamente. Le basta con desacreditar la fe cristiana, etiquetarla como intolerante, ridiculizar la moral bíblica y presentar el pecado como virtud. Todo esto se hace mediante una maquinaria mediática que bombardea las mentes las 24 horas del día. Y lo más preocupante es que gran parte de la humanidad lo acepta con gusto. Las personas prefieren el entretenimiento al discernimiento, las opiniones al estudio de la Palabra, los titulares al contenido real.
Recuerdo una conversación con un joven creyente que me dijo: “Yo me informo solo por las redes, porque ahí se dice la verdad que los medios esconden”. Pero cuando revisé lo que seguía, vi que era otro tipo de manipulación, más emocional, más envolvente. El enemigo no solo controla los grandes medios, también infiltra las redes con falsos profetas digitales, con mensajes aparentemente espirituales pero vacíos de verdad bíblica. Se crean campañas virales que apelan a la emoción, no al discernimiento. Por eso hoy más que nunca debemos pedir al Espíritu Santo que nos dé sabiduría para distinguir entre lo que viene de Dios y lo que viene del sistema.
El profeta Isaías escribió: “Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo” (Isaías 5:20). Ese “ay” suena como un eco del presente. Hoy se celebran leyes que ofenden a Dios, se promueven ideologías que destruyen la identidad humana, se persigue a quien defiende la verdad y se aplaude al que la pisotea. Y todo se hace en nombre de la libertad y del progreso. La humanidad ha llegado al punto donde la verdad ya no se mide por su contenido, sino por cuántos la aprueban.
El control de la información no se limita a las noticias. Abarca la educación, el entretenimiento, la salud, la economía y hasta la religión. Hay una programación constante que busca moldear la conciencia colectiva. Series que normalizan el pecado, canciones que exaltan la rebeldía, campañas que reescriben la historia y libros escolares que eliminan cualquier referencia a Dios. Todo apunta a una generación desconectada de la verdad, incapaz de reconocer la voz del Pastor en medio del ruido.
Cuando Jesús dijo “mis ovejas oyen mi voz”, también estaba advirtiendo que habría muchas otras voces compitiendo por nuestra atención. Hoy esas voces suenan más fuertes que nunca. Pero la verdadera oveja no se guía por la multitud ni por la emoción, sino por la comunión íntima con su Señor. El discernimiento espiritual será la herramienta más importante en los tiempos finales. No bastará con saber versículos, habrá que vivirlos. No bastará con tener una Biblia en casa, habrá que abrirla cada día y dejar que el Espíritu Santo la revele.
Si nos detenemos a pensar, el control de la información actual cumple varias funciones proféticas. Primero, uniformar el pensamiento global, eliminando toda oposición a la narrativa central. Segundo, acostumbrar al ser humano a depender de fuentes externas para saber qué pensar y qué creer. Y tercero, crear un clima emocional que justifique el surgimiento de un líder mundial que traiga aparente orden en medio del caos. Ese será el escenario perfecto para el Anticristo.
Por eso no es casual que cada vez más personas pierdan la capacidad de razonar con sentido espiritual. La saturación de noticias, memes, videos y debates superficiales produce una mente cansada, incapaz de meditar. El silencio se ha vuelto incómodo. Y sin silencio no hay oración. Sin oración no hay discernimiento. Y sin discernimiento, el creyente se convierte en presa fácil del engaño.
A veces pensamos que el Anticristo aparecerá de forma repentina, como un político carismático que todos adorarán. Pero antes de eso, su sistema ya estará en marcha, disfrazado de tecnología, de inclusión, de humanismo. Se preparará un terreno donde el pensamiento crítico será considerado peligroso y la fe en Dios, un obstáculo para la unidad mundial. Ya vemos señales de eso en las leyes que se aprueban, en los discursos de los líderes mundiales y en la forma en que las plataformas digitales moldean la moral pública.
El cristiano debe tener claro que la verdad no depende del consenso, sino de la Palabra de Dios. Podemos vivir en un mundo donde todo grite lo contrario, pero si Dios lo dijo, así es. No debemos temer ser minoría. Jesús dijo que el camino ancho lleva a la perdición y muchos entran por él, pero el angosto conduce a la vida y pocos lo hallan. No se trata de cuántos nos acompañan, sino de quién nos guía.
Ante este panorama, algunos se desesperan y piensan que todo está perdido, pero no es así. El control de la información es solo una señal más de que las profecías se están cumpliendo. El plan de Dios no ha sido interrumpido ni un solo segundo. Todo avanza según lo que fue escrito. La oscuridad puede aumentar, pero eso solo hace que la luz brille con más fuerza.
El reto para el creyente moderno es mantenerse informado sin ser manipulado, estar conectado al mundo sin desconectarse del cielo. No significa vivir aislado, sino ser sabio como serpiente y sencillo como paloma. No compartas lo que no edificará. No creas todo lo que lees. No reacciones con miedo. Ora antes de opinar. Pregunta al Espíritu Santo antes de compartir. Recuerda que cada palabra que pronuncies puede ser semilla de verdad o de confusión.
Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Esa verdad no se encuentra en los portales de noticias ni en los foros de opinión, sino en la comunión diaria con el Señor. La libertad que ofrece Cristo no depende de información, sino de revelación. La información cambia cada día; la revelación de Dios permanece para siempre.
Hay creyentes que hoy sienten desánimo porque ven cómo el mundo se vuelve cada vez más hostil a la fe. Pero recuerda que Dios siempre ha tenido un remanente. En tiempos de Elías, mientras Jezabel mataba a los profetas, había siete mil que no doblaron rodilla ante Baal. En tiempos de Daniel, mientras todos adoraban la estatua, tres jóvenes decidieron mantenerse firmes. En los tiempos actuales, mientras el sistema busca uniformar a todos, habrá hombres y mujeres que se levantarán con la verdad en sus labios, aunque el costo sea alto.
Y ese costo no tardará en llegar. Quienes se atrevan a hablar la verdad serán perseguidos, ridiculizados, censurados. Pero también serán los que Dios use para encender la última llama antes del regreso de Cristo. Es tiempo de prepararnos, no con miedo, sino con fe. No con teorías, sino con oración. No con odio, sino con amor por las almas que aún están atrapadas en la mentira.
Cuando mires una noticia, no la veas solo con tus ojos naturales. Pregunta: ¿qué hay detrás? ¿Por qué quieren que crea esto? ¿Qué propósito espiritual puede haber? No todo lo que parece “bueno” viene de Dios. Recuerda que el enemigo se disfraza como ángel de luz. No caigamos en su juego. La verdad no necesita manipulación ni marketing; la verdad tiene poder por sí misma.
Hoy hay una urgencia espiritual por levantar voces que hablen sin temor, que digan lo que muchos callan. El control de la información busca precisamente lo contrario: que el creyente se calle. Que tenga miedo de decir lo que piensa, que evite temas “controversiales” para no perder seguidores. Pero el Evangelio no fue hecho para complacer, sino para confrontar. Jesús no vino a ganar popularidad, vino a salvar almas.
Si de algo debemos cuidarnos es de no adaptar el mensaje de Dios al gusto del mundo. La Iglesia no puede convertirse en un eco del sistema. Debe ser una trompeta que despierte conciencias. Es hora de volver a las Escrituras, de dejar que el Espíritu Santo nos enseñe y nos revele la verdad. Solo así podremos resistir la ola de confusión que viene.
Hay una frase que me impacta cada vez que la recuerdo: “En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”. Para el creyente, decir la verdad no es rebeldía, es obediencia. Seremos odiados, pero también bendecidos. Seremos atacados, pero nunca abandonados. Seremos señalados, pero la presencia de Dios nos cubrirá.
Los hijos de Dios deben ser luz en medio del caos. La luz no discute con la oscuridad, simplemente brilla. No hace ruido, no necesita defensa, solo necesita estar encendida. Cuando la Iglesia vive la verdad, no necesita convencer; su testimonio habla más fuerte que mil discursos.
El control de la información no podrá detener el plan de Dios. Pueden borrar publicaciones, eliminar cuentas, cerrar templos o censurar mensajes, pero no pueden apagar al Espíritu Santo. La Palabra seguirá corriendo, aunque sea en secreto, aunque sea en corazones que no se doblegan. Así fue con la iglesia primitiva y así será en el fin de los tiempos.
Mantente vigilante. Llena tu mente con la Palabra más que con noticias. Alimenta tu alma con oración más que con opiniones. Busca a Dios en la intimidad más que en los titulares. Recuerda que el poder del engaño solo funciona donde hay ignorancia espiritual. Pero quien conoce la verdad permanece firme.
Cristo no nos dejó en la oscuridad. Nos advirtió de todo esto para que no temamos, sino para que estemos listos. Dijo: “Cuando veáis que todas estas cosas suceden, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. No mires con desesperanza los titulares del mundo; míralos como señales del cumplimiento de la profecía.
El control de la información es real, pero también lo es el poder de Dios. Y aunque el mundo intente controlar lo que escuchas, no puede controlar lo que el Espíritu te revela. La voz de Dios es más fuerte que cualquier algoritmo, más clara que cualquier discurso, más viva que cualquier sistema.
Llegará el día en que la verdad volverá a brillar sin filtros. Mientras tanto, seamos fieles, seamos sabios, seamos sal y luz. Porque aunque el mundo manipule los titulares, la Verdad sigue viva y Su nombre es Jesucristo.




