martes, noviembre 25, 2025

Mujeres que sostienen ministerios con oración silenciosa: las columnas invisibles

Hay ministerios que brillan con luces, micrófonos y aplausos. Pero también existen otros que no se ven, donde el ruido es reemplazado por lágrimas, y los aplausos por suspiros en una habitación cerrada. Son los ministerios silenciosos, sostenidos muchas veces por mujeres que oran cuando todos duermen, que interceden cuando otros se rinden y que sostienen, con sus rodillas dobladas, lo que muchos ven de pie.

Estas mujeres son las columnas invisibles de la iglesia. No buscan reconocimiento ni posición, pero sus oraciones mantienen encendido el fuego espiritual que otros disfrutan. Jesús dijo: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (Mateo 6:6). Ellas entendieron este principio sin necesidad de predicarlo.

Mientras algunos batallan desde el púlpito, ellas lo hacen desde su cuarto. No levantan la voz en las reuniones, pero el cielo escucha cada palabra que murmuran entre lágrimas. “La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16). Esas oraciones han detenido enfermedades, sostenido matrimonios, guardado a pastores, liberado a hijos y abierto puertas que estaban cerradas.

Cuando Moisés levantaba sus manos, Israel vencía, pero cuando las bajaba, el enemigo tomaba ventaja. Y fue entonces cuando Aarón y Hur se colocaron a su lado para sostenerle los brazos (Éxodo 17:12). De esa misma manera, hay mujeres que sostienen los brazos de sus pastores, esposos, hijos y líderes sin que nadie lo note. Son Aarones invisibles, sustentadoras del Reino en lo secreto.

Dios no mide el valor de un ministerio por su visibilidad, sino por su fidelidad. Y estas mujeres, muchas veces sin título ni reconocimiento, tienen una corona reservada en el cielo. “Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún.” (Hebreos 6:10).

Cuando la iglesia enfrenta tiempos difíciles, son ellas las que interceden sin descanso, creyendo que cada palabra pronunciada en fe moverá el corazón de Dios. Su oración es como el incienso que sube ante el trono celestial (Apocalipsis 8:4). Son guerreras silenciosas que no necesitan ser vistas porque ya son conocidas en el cielo.

Palabras para meditar:
Si eres una de esas mujeres que ora en silencio, no pienses que tus lágrimas son ignoradas. Cada una tiene un propósito eterno. Tus oraciones son semillas que germinarán en el tiempo perfecto de Dios. No necesitas un púlpito para impactar, porque tu altar está en lo secreto, y ahí es donde se ganan las verdaderas batallas.

Dios te mira cuando todos duermen, y tu recompensa no está en esta tierra, sino en la eternidad. “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1 Pedro 5:4).

Meditación final:
El Reino de Dios se sostiene no solo por quienes predican, sino por quienes oran. Las columnas invisibles son las más firmes, porque están hechas de fe, perseverancia y amor. Que nunca falten esas mujeres que interceden sin ser vistas, pero que son el corazón de todo lo que Dios está haciendo. Porque el poder no siempre está en el ruido, sino en el silencio de una oración que toca el cielo.

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