martes, noviembre 25, 2025

El transhumanismo y el intento del hombre por ser como Dios

Vivimos en una era en la que la ciencia avanza más rápido que nuestra capacidad moral para comprender sus consecuencias. El transhumanismo, un movimiento que busca mejorar las capacidades físicas y mentales del ser humano mediante la tecnología —implantes, inteligencia artificial, edición genética, y prolongación de la vida—, se presenta como la nueva promesa de salvación moderna. Pero detrás de su aparente progreso se esconde una vieja historia: el deseo del hombre de ser como Dios.

Desde el jardín del Edén, la serpiente tentó al ser humano con las palabras: “Seréis como Dios, conociendo el bien y el mal” (Génesis 3:5). Esa promesa, revestida de conocimiento y poder, sigue resonando hoy en laboratorios donde se juega con la vida, se crean inteligencias que imitan la mente humana y se sueña con vencer la muerte. El problema no está en la ciencia —que puede ser una herramienta bendecida por Dios— sino en el corazón del hombre que busca reemplazarlo.

El transhumanismo promete una vida más larga, una mente más inteligente y un cuerpo más fuerte; pero ninguna de esas cosas puede sanar el alma. El hombre puede modificar su ADN, pero no puede eliminar el pecado. Puede prolongar sus días, pero no puede evitar el juicio. Puede crear máquinas que piensan, pero nunca podrá crear el soplo divino que da la vida.

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.” (Isaías 55:8)

Dios no se opone al progreso, sino al orgullo que pretende tomar su lugar. Cada avance tecnológico debería recordarnos no lo que podemos hacer, sino lo que no debemos olvidar: que fuimos creados, no para ser dioses, sino para reflejar la gloria de Dios.

En el fondo, el transhumanismo revela la desesperación del hombre por hallar la eternidad fuera de Cristo. Pero solo en Jesús se encuentra la verdadera transformación: no una mejora biológica, sino una nueva creación espiritual.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)

La inmortalidad que la ciencia busca con algoritmos y chips, Dios ya la ofreció por gracia y fe. No a través de máquinas, sino a través de la cruz.

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