Francisco de Asís (1181-1226) fue un joven italiano que lo tenía todo: dinero, amigos, prestigio y sueños de grandeza. Sin embargo, una experiencia profunda con Dios cambió el rumbo de su vida. Al oír la voz del Señor decirle: “Francisco, repara mi casa, que como ves, está en ruinas”, entendió que no se trataba solo de reconstruir una iglesia de piedra, sino de renovar el corazón espiritual de su tiempo.
Renunció a toda riqueza material y decidió vivir en completa pobreza, dedicando su vida a servir a los pobres y a proclamar el amor de Cristo con sencillez. Así nació la Orden Franciscana, una comunidad que inspiró a la Iglesia entera a volver al Evangelio puro y al ejemplo de Jesús.
Francisco veía la presencia de Dios en toda la creación. Llamaba a los animales “hermanos” y “hermanas”, porque creía que todo ser vivo era una expresión del amor divino. Por eso, el mundo lo recuerda como el patrono de los animales y del medio ambiente, y cada 4 de octubre se celebra su memoria.
Reflexión Cristiana
San Francisco no fue un hombre perfecto, pero sí fue un hombre transformado por el amor de Dios. Su vida fue una oración viviente. Entre sus palabras más inspiradoras encontramos enseñanzas que siguen guiando a millones de creyentes:
“Comienza por hacer lo que es necesario, luego lo que es posible, y de repente estarás haciendo lo imposible.”
“Predica el Evangelio en todo momento; y si es necesario, usa palabras.”
“Mientras más rico es el hombre ante Dios, menos necesita ante los hombres.”
“Donde hay caridad y sabiduría, no hay temor ni ignorancia.”
“La verdadera alegría no proviene de las cosas que poseemos, sino de lo que entregamos.”
Estas frases reflejan su comprensión profunda del Evangelio. Francisco entendió que el amor y la humildad no son debilidad, sino el poder más grande que existe.
“No os hagáis tesoros en la tierra… sino hacéos tesoros en el cielo.”
(Mateo 6:19-20)
Él vivió literalmente este versículo: despojado de todo, encontró la paz que el dinero no puede comprar. Su oración más conocida, que aún se recita en todo el mundo, resume su fe:
“Señor, hazme un instrumento de tu paz;
que donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya tinieblas, ponga yo luz.”
A tomar en cuenta
San Francisco nos recuerda que la verdadera conversión comienza con un corazón humilde. Su ejemplo es un llamado urgente a regresar al amor puro del Evangelio, a vivir sin apariencias y con gratitud por cada ser que Dios creó.
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.”
(Mateo 5:3)
Su vida fue un canto a la sencillez, una invitación a vivir el Evangelio con acciones, no solo palabras. Hoy más que nunca, su mensaje resuena con fuerza:
“Lo que haces puede ser una sola gota en el océano, pero el océano sería menos si le faltara esa gota.”




