martes, noviembre 25, 2025

La tentación del cristiano de ser influencer en lugar de siervo

El ecosistema digital convirtió la atención en moneda. A mayor atención, mayor “valor”. El peligro para el discípulo de Jesús es sutil: podemos convertir el ministerio en una estrategia de visibilidad, y la obediencia en un plan de crecimiento. Sin darnos cuenta, el “sígueme” del Maestro se degrada a “sígueme en mis redes”.

La Escritura invierte ese orden. El estándar del Reino no es la exposición sino la entrega. “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). La medida de Cristo no es “alcance”, es amor cruciforme. Por eso Pablo advierte: “Si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10). Y resume su ética ministerial así: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús” (2 Corintios 4:5).

Tres desórdenes del corazón que la plataforma expone

  1. Hambre de aprobación: la dopamina de los “me gusta” reemplaza la aprobación del Padre. Jesús llama a practicar obras “en secreto” (Mateo 6:1–4) para curarnos de esa dependencia.
  2. Autopromoción espiritual: el yo se vuelve marca. Se negocia la verdad para no perder audiencia. Pero el Evangelio no es un producto y las personas no son “segmentos”.
  3. Métrica sobre fruto: confundimos números con madurez. El fruto del Espíritu (Gál 5:22–23) no se contabiliza en paneles; se discierne en carácter, reconciliación y santidad.

La senda del siervo: el descenso de Cristo

Filipenses 2 no propone una técnica, sino una forma de ser: kenosis (vaciamiento). El Hijo “se despojó” y tomó forma de siervo. El discipulado, entonces, es un movimiento hacia abajo: dejar la necesidad de ser visto, escoger la mesa del servicio, abrazar tareas que no cuentan como “contenido”, pero cuentan en el cielo.

Examen del corazón antes de publicar (tres filtros)

  • Motivo (¿para quién?): Si nadie lo viera, ¿igual obedecería? “Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).
  • Mensaje (¿qué estoy formando?): ¿Esto hace discípulos o consumidores? ¿Conduce a Cristo o a mi persona?
  • Método (¿cómo sirvo?): ¿Honro la verdad, la dignidad ajena y el tiempo del que escucha? ¿Hay oración detrás?

Prácticas que protegen el alma del creador cristiano

  • Secreto deliberado: cada semana, haz algo significativo por alguien que nunca sabrá que fuiste tú (Mateo 6).
  • Ayuno de métricas: define ventanas fijas (p.ej., lunes y jueves) para revisar estadísticas; fuera de ellas, no las mires.
  • Regla de comunidad: somete tus piezas más virales a dos personas que te aman y no están impresionadas contigo. Dales permiso de decirte “no”.
  • Sabat digital: un día sin publicar ni opinar. Recupera silencio, Escritura, mesa, caminata.
  • Prioridad del fuera de cámara: por cada hora de producción, una hora de intercesión y servicio encarnado (hospital, cárcel, comedor, discipulado 1–a–1).
  • Lenguaje de siervo: sustituye “mi audiencia” por “la grey del Señor” (1 Pe 5:2–3), “mi ministerio” por “la parte que me toca en su obra”.

Señales de alerta (detente y rinde cuentas si…)

  • Te enojas cuando no creces o cuando otros sí crecen.
  • Editas la verdad para no perder seguidores.
  • Sientes que vales menos cuando una publicación “no funciona”.
  • Hablas más de lo que haces; prometes más de lo que oras.

Reencuadre del éxito

La Biblia define éxito ministerial así: “administradores de los misterios de Dios… que cada uno sea hallado fiel” (1 Co 4:1–2). En el cielo la métrica es fidelidad, no fama; obediencia, no optimización.

Un pequeño “pacto” para quienes sirven en lo digital

  1. Antes de crear, adoro.
  2. Antes de opinar, oro.
  3. Antes de publicar, pregunto: ¿exalta a Cristo?, ¿edifica a su Iglesia?, ¿ama al prójimo?, ¿puedo decir “sí” ante Dios si esto fuera mi última obra?
  4. Después de publicar, suelto: los resultados son de Dios.

Caminos concretos para volver a ser siervo hoy

  • Escribe a una persona concreta (no a un algoritmo). Nómbrala en tu oración.
  • Cuenta historias donde tú no seas el héroe: que la gracia y los demás resalten.
  • Practica la confesión pública prudente (lo necesario, sin exhibicionismo) para desactivar tu imagen curada.
  • Intercala ciclos de contenido “no escalable”: discipulado 1–a–1, visitas, hospitalidad en casa. Eso poda el ego y multiplica el Reino.

Oración

Señor Jesús, Siervo y Señor, libérame de la necesidad de ser visto. Arranca de mí el hambre de aprobación y enséñame a esconderme en el Padre. Pon en mi corazón el sentir de tu descenso: tomar la toalla, lavar pies, abrazar lo oculto. Que mi boca anuncie tu nombre, no el mío; que mis manos sirvan sin reclamar crédito; que mis ojos busquen a los pequeños. Que cada publicación nazca de la oración y conduzca a la obediencia. Y que, al final, seas Tú quien crezca, y yo mengüe. Amén.

Si quieres, puedo convertir esta reflexión en un post listo para tu web (con CTA y versículos destacados) o en un guion corto para video con “pacto del creador” al final.

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