Vivimos en una generación donde el valor de una persona parece medirse en números: seguidores, vistas, reacciones y, sobre todo, “likes”. Lo que antes era una señal de agrado ahora se ha convertido en un ídolo invisible, un altar moderno al que muchos jóvenes rinden su corazón. Para algunos, recibir pocos “likes” no es solo decepcionante, es devastador, al punto de sumirlos en depresión, ansiedad e incluso llevarlos a pensamientos de suicidio.
Pero la verdad es que el “like” jamás fue diseñado para definir nuestra identidad. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Esa vida abundante no está en un corazón digital, sino en el corazón del Padre que nos creó y nos ama sin condiciones.
El enemigo sabe cómo manipular las inseguridades. Nos hace creer que si nadie aprueba nuestra foto, nuestro video o nuestro post, entonces no valemos nada. Pero en Cristo, nuestro valor fue sellado en la cruz mucho antes de que existieran las redes sociales. “Con amor eterno te he amado” (Jeremías 31:3). Ningún algoritmo puede borrar eso.
Los jóvenes buscan aceptación, pero se pierden en un océano de comparaciones. El problema no es la tecnología, sino el lugar que le damos en el alma. Hemos sustituido la voz de Dios por la voz de las multitudes. Hemos cambiado la mirada del Creador por la mirada de desconocidos. Y el costo espiritual es alto: vacíos, frustrados y desconectados de la verdadera fuente de vida.
Necesitamos volver a escuchar al Único que dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Ese mismo amor y aprobación está sobre ti. No importa si recibes mil “likes” o ninguno: en el cielo hay un Dios que ya te aprobó, que ya te llamó por tu nombre, que ya te selló como suyo.
Hoy te invito a que apagues un momento la pantalla y enciendas tu corazón en oración. Permite que el Espíritu Santo te recuerde quién eres en Cristo: amado, aceptado y valioso. El mundo te da un “like” pasajero; Dios te da una eternidad de amor inquebrantable.
Oración final
Señor amado, perdóname por las veces en que he buscado la aprobación de los hombres antes que la tuya. Libérame de la esclavitud de los “likes” y de la necesidad de ser aceptado por un mundo que nunca se sacia. Sana mi corazón de la comparación y de la ansiedad, y lléname con la certeza de tu amor eterno. Declaro que mi identidad está en Cristo y no en una pantalla. Te entrego mi mente, mis emociones y mi vida. Amén.




