El debate sobre el cambio climático se ha vuelto uno de los más intensos en el mundo moderno. Muchos científicos señalan que la actividad humana ha acelerado el calentamiento global y sus consecuencias: incendios, huracanes, inundaciones y sequías extremas. Otros, en cambio, afirman que todo lo que sucede en el clima está bajo la soberanía de Dios y que, por lo tanto, no hay nada que debamos hacer.
Ante estas posturas, como cristianos debemos preguntarnos: ¿es el cambio climático una realidad creada por el hombre o simplemente parte del plan de Dios? ¿Debemos hacer algo al respecto o confiar únicamente en Su control absoluto?
1. Dios es el Creador y Gobernador de la naturaleza
La Biblia enseña que Dios es soberano sobre toda la creación.
“Porque en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de Él y para Él” (Colosenses 1:16).
Esto significa que nada ocurre fuera de Su voluntad. El sol, la lluvia, el viento y el mar obedecen Su voz. Jesús mismo calmó la tormenta mostrando que incluso las fuerzas naturales están bajo Su control (Marcos 4:39).
Por lo tanto, es verdad que Dios tiene el control del clima y de todo el planeta.
2. El ser humano como administrador de la creación
La Palabra también enseña que Dios encomendó al hombre el cuidado de la tierra:
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15).
Esto no significa destruir, abusar o explotar sin medida, sino administrar responsablemente. La Biblia nunca justifica la negligencia. Ser buenos mayordomos implica proteger la creación, porque dañarla es también dañar a las generaciones futuras.
3. El pecado y sus consecuencias en la creación
La caída del hombre trajo corrupción no solo al ser humano, sino también a la naturaleza:
“Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (Romanos 8:22).
Esto nos enseña que los efectos del pecado alcanzan al mundo físico. La explotación desmedida, la contaminación y la codicia han dejado huellas en el planeta. Si bien Dios permite y gobierna todo, también nos advierte que las malas decisiones humanas traen consecuencias reales.
4. ¿Es el cambio climático un invento humano?
Decir que el cambio climático es “un invento” es ignorar los testimonios de lo que vemos: glaciares derritiéndose, sequías extremas, incendios devastadores y fenómenos naturales cada vez más intensos. La Biblia nos llama a discernir los tiempos (Mateo 16:3).
Sin embargo, debemos aclarar: no todo evento natural es señal directa de juicio divino. Jesús mismo advirtió que en el mundo tendríamos aflicciones y que habrían terremotos, guerras y pestes como parte del dolor de un mundo caído (Mateo 24:6-8).
5. Dios tiene el control, pero nosotros tenemos responsabilidad
Algunos cristianos piensan: “Si Dios controla todo, ¿por qué preocuparnos?”. Pero esa no es la perspectiva bíblica. Dios controla la provisión, y aún así debemos trabajar para comer (2 Tesalonicenses 3:10). Él protege, pero no por eso nos lanzamos al fuego.
De la misma manera, aunque Dios es dueño del clima, nosotros somos responsables de cómo usamos lo que Él nos ha dado. Si contaminamos, destruimos bosques, explotamos sin sabiduría los recursos, debemos aceptar las consecuencias.
6. Un llamado bíblico a la acción
El profeta Jeremías transmitió un mensaje duro al pueblo de Israel: sus pecados trajeron sequías y destrucción (Jeremías 12:4). Aunque no podemos decir que cada desastre natural es castigo directo de Dios, sí podemos afirmar que la Biblia conecta la desobediencia con efectos en la tierra.
El cristiano no debe caer en extremos:
- No podemos pensar que todo es invento humano y que Dios no tiene nada que ver.
- Tampoco podemos pensar que no importa lo que hagamos porque Dios controla todo.
El balance bíblico es este: Dios es soberano, pero el hombre es responsable.
7. Esperanza en Cristo
La creación gime, pero también espera la restauración final:
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8:19).
Esto nos recuerda que, aunque trabajemos por un mundo mejor, la restauración completa solo llegará cuando Cristo regrese. Nuestra esperanza no está en programas ecológicos, sino en el Rey de reyes.
Para tomar en cuenta
El cambio climático no es un invento humano, es una realidad visible y en parte consecuencia de nuestras acciones, aunque siempre bajo la soberanía de Dios. Como creyentes, no debemos caer en la indiferencia, sino asumir nuestra responsabilidad como administradores de la creación.
Cuidar la tierra no es un acto político, sino un acto espiritual de obediencia y gratitud hacia Dios. Mientras reconocemos Su control absoluto, también debemos actuar con sabiduría, justicia y amor hacia las generaciones que vienen.
“El justo cuida de la vida de su bestia; mas el corazón de los impíos es cruel” (Proverbios 12:10).
Si la Palabra nos manda cuidar incluso de los animales, ¿cómo no cuidar la tierra que Dios nos entregó?




