martes, noviembre 25, 2025

Las Iglesias Cristianas: ¿Un Negocio Lucrativo y Cristo en Segundo Lugar?

La iglesia de Cristo nació en la sencillez. Los primeros discípulos se reunían en casas, compartían lo que tenían y vivían en comunidad, con Cristo como el centro de todo. Pero en nuestros días, muchas congregaciones parecen haberse desviado de ese modelo. Hoy se observa un panorama donde la apariencia, el dinero y el protagonismo humano han tomado un lugar que nunca debió pertenecerles.

Templos lujosos y la presión por el diezmo

Es cada vez más común encontrar iglesias con auditorios majestuosos, tecnología de punta y estructuras que cuestan millones de dólares. No hay nada malo en buscar excelencia, pero el problema surge cuando el mensaje del Evangelio queda relegado a segundo plano y la prioridad se convierte en cubrir gastos de mantenimiento.

La presión por los diezmos y ofrendas aumenta, y en muchos casos los miembros sienten que, si no aportan, están fallando a Dios. Sin embargo, la Biblia enseña que el propósito del diezmo era ayudar al necesitado:

“Al fin de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo guardarás en tus ciudades; y vendrá el levita (que no tiene parte ni heredad contigo), y el extranjero, el huérfano y la viuda que hubieren en tus poblaciones, y comerán y se saciarán; para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hicieren.”
(Deuteronomio 14:28-29)

Hoy, en muchos casos, el huérfano y la viuda quedan olvidados, mientras los templos consumen fortunas en mantener la imagen de éxito.

Pastores inaccesibles y el culto a la figura humana

Antes, el pastor era un guía cercano que caminaba con sus ovejas. Hoy, en demasiadas iglesias, se ha convertido en una figura intocable: para hablar con él se requiere cita, agenda y hasta filtros de asistentes.

Además, la cultura de la imagen ha llevado a que se promuevan espectaculares con sus rostros, páginas web centradas en su foto y redes sociales diseñadas más para promover a la figura del líder que a Cristo.

Jesús, en cambio, dijo:

“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.”
(Juan 10:11)

Un verdadero pastor no busca reflectores ni fama, sino dar su vida por las ovejas.

La industria musical cristiana y el fin del voluntariado

Lo que antes era un ministerio de adoración, hoy muchas veces se ha convertido en una industria. Cantantes cristianos que cobran altos honorarios por presentarse, multitudes que los vitorean como si fueran artistas del mundo, y grupos de alabanza que exigen un pago por “su tiempo y dedicación”.

De esta manera, el voluntariado ha desaparecido en muchos ministerios. Servir ya no se considera un privilegio, sino un trabajo remunerado.

Pero la Palabra nos recuerda:

“De gracia recibisteis, dad de gracia.”
(Mateo 10:8b)

Cuando el servicio se convierte en negocio, deja de ser un acto de amor y se convierte en transacción.

Nepotismo y estructuras familiares de poder

En no pocas congregaciones, los cargos de liderazgo están ocupados por los familiares del pastor: su esposa, hijos, yernos o sobrinos. La iglesia se convierte en una empresa familiar más que en el cuerpo de Cristo.

La Escritura, sin embargo, enseña que los líderes deben ser reconocidos por su carácter y servicio:

“Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar.”
(1 Timoteo 3:2)

Iglesias como negocios paralelos

Muchas iglesias modernas utilizan sus instalaciones no solo para predicar, sino como negocios paralelos: rentan los auditorios para escuelas privadas, conferencias o eventos sociales. Incluso algunas buscan ayuda del gobierno bajo programas comunitarios, beneficiándose de subsidios y exenciones fiscales, mientras operan más como empresas que como comunidades de fe.

Jesús advirtió con fuerza contra este abuso cuando limpió el templo:

“Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.”
(Mateo 21:12-13)

¿Dónde queda Cristo?

El gran peligro de todo este modelo es que Cristo queda en segundo lugar. El mensaje de la cruz se diluye entre luces, conciertos, agendas, espectáculos y rostros humanos que ocupan el centro del escenario.

El apóstol Pablo escribió con claridad:

“Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.”
(1 Corintios 3:11)

Y también advirtió:

“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”
(1 Timoteo 6:10)

No todos son iguales

Es importante decir que no todas las iglesias han caído en este error. Existen pastores fieles que dedican tiempo a sus ovejas, músicos que sirven sin cobrar, congregaciones que invierten en ayudar a los pobres, apoyar misiones y suplir las necesidades reales de la comunidad.

Allí se refleja la verdadera iglesia de Cristo: humilde, generosa y con el Evangelio en el centro.

Volver al modelo de Cristo

La situación actual debe ser una llamada de alerta. La verdadera iglesia no se mide por instalaciones ni por seguidores en redes sociales, sino por su fidelidad al Evangelio.

El camino es claro:

  • Cristo en el centro, no el hombre.
  • Los recursos al necesitado, no a lujos.
  • Pastores que sean siervos, no celebridades.
  • Ministerios que sirvan de corazón, no por salario.
  • Una iglesia que sea casa de oración, no un mercado disfrazado.

Porque la iglesia que celebra más a pastores y cantantes que a Cristo, ha perdido el rumbo. Y la única manera de recuperarlo es volver al fundamento: Jesucristo como Señor y Salvador, y el servicio al prójimo como expresión de su amor.

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