Mi historia comienza así:
He estado casado por 25 años (2001–2025) con una mujer maravillosa.
Buena madre, compañera fiel, amiga en las batallas de la vida.
Juntos hemos levantado un hogar, criado tres hijos y sostenido una familia que —desde afuera— parece fuerte, bendecida. Y lo es. Pero también somos humanos.
Pero, siempre existe un “pero”, y en esta historia no fue la excepción. Hay algo que me ha dolido en lo más profundo.
Una sombra que no proviene de infidelidad, ni de traición presente… sino de una historia que no viví, pero que muchas noches no me deja dormir: el pasado de mi esposa. Sí, el pasado. Ese tiempo que queremos borrar pero no podemos, y que es como un aguijón clavado en el alma que llevamos todo el tiempo… hasta que se descubre.
Cuando comencé a salir con mi esposa, aproximadamente en septiembre de 1999, me dijo que había terminado una relación corta con otra persona. Me contó la verdad a medias, minimizó a qué se dedicaba él. Pero no me importó; ella me gustaba y eso no iba a impedir que tratara de conquistarla.
Somos de países diferentes, pero vinimos a Estados Unidos buscando lo mismo: una oportunidad.
Ella me contó que en su país vivía con su familia —sus tías, su mamá, excepto su papá— y que, aunque no tenía lujos, tenía lo necesario para vivir con dignidad. Estudiaba, tenía techo, comida y protección. Me dijo que sus tías eran estrictas, que allí no se hacía lo que uno quería. Su papá nunca vivió con ella, aunque su madre sí. Aun así, la mayor parte del tiempo lo pasaba bajo el cuidado de su tía. No estaba sola. Tenía un entorno. Tenía opciones.
Su hermana, hermanos y algunos otros familiares ya vivían en Estados Unidos, en el estado de Florida. También ella quería irse a Estados Unidos para estar con ellos.
Su primer intento de cruzar fue en 1994. No lo logró.
En 1997 lo intentó de nuevo. Cruzó la frontera por Brownsville, Texas, y fue entonces cuando lo conoció a él.
Él trabajaba con los coyotes. Su tarea era buscarles un lugar donde retener a los migrantes, recordarles que sus familiares debían pagar, así como darles todo lo necesario e instrucciones del próximo paso para pasar de Brownsville a Houston.
Así fue como se cruzaron sus caminos. Su primer encuentro. “Amor a primera vista”.
Y aunque yo nunca lo conocí, siento como si lo conociera.
Como si esa sombra hubiera caminado conmigo todos estos años…
metiéndose en los espacios más íntimos de mi corazón, de mi matrimonio, de mi paz.
No logró pasar en ese segundo intento, y después de ser detenida en el areopuerto de Brownsville Tx, ella pasó un mes en la cárcel del condado y luego fue llevada a un centro de inmigración, su hermana contrato un abogado para ayudarle en su caso.
Finalmente, en agosto del mismo año de 1997, fue deportada voluntariamente a su país.
Parecía que su historia con él había quedado atrás.
Pero no fue así. Siento que ese encuentro fue más que simplemente conocerse, como ella ha intentado aclararme. No lo creo. Lo que yo creo es que a ella le gustó y se enamoro de el, como si la hubieran flechado al instante.
En septiembre de 1997, solo un mes después de haberla deportado de USA, él fue a buscarla. Ella tenía 22 años. Ya era adulta. Él era mayor que ella, tenía 31 años.
Ella vivía con su madre y sus tías. No estaba sola.
Mi esposa me cuenta la que él la llamaba constantemente, y que en una ocasión ella estaba caminando por la banqueta del centro de la ciudad y él llegó en su carro y le dijo que se subiera para llevarla a su casa. Ella lo hizo, y en lugar de llevarla a su casa, la llevó a un hotel por cuatro días. Wow que facil, a mi me costo mas, a El solo unos días.
Sí, eso pasó. Sí, mi esposa se fue con una persona que no conocía bien, a tener sexo, a entregar su cuerpo. No hubo un noviazgo. No hubo cartas de amor. Nada de esas cosas triviales. Solo sexo.
Ella trata de justificarse diciéndome que no quería irse con él, que él la obligó, pero simplemente no le creo. Ella pudo irse, gritar, hablar con su familia… y no lo hizo. O simplemente no haberse subido al carro.
A veces pienso que en el primer encuentro que tuvieron en Brownsville hubo algo más. Les pido perdón a todos los que están escuchando o leyendo este testimonio, pero a veces pienso que una prostituta es más difícil de lo que fue ella.
Después del hotel, él la llevó a una casa de la familia de esa persona. Ella ya no regresó a su casa con su mamá y sus tías. A partir de allí, ella siguió con él. Como si fueran esposos.
Ella sabía lo que él hacía, de dónde obtenía el dinero, y eso me pasa una y otra vez por la mente: ¿qué clase de persona era mi esposa que no le importaba nada de lo que él hacía para conseguir lo que ella quería? Pero decidió irse con él.
Se fueron a vivir a una casa de familiares de él. No llevaban una historia de amor. Apenas se conocían. Pero ella se fue a vivir con el, hechando a la borda todo lo que su familia habían hecho por ella. Y eso… me cuesta entenderlo hasta hoy.
Él no era un buen hombre.
No fue un buen padre —tuvo tres hijos con tres mujeres diferentes y los abandonó a todos—. Mucho menos fue un buen esposo. Era un hombre que vivía del tráfico de personas, usando niños como acompañantes para lograr que entraran a EE.UU. Esos niños eran “rentados”. Ella lo sabía, el mismo se lo contó. No iba engañada, y aun así, ella se fue a vivir con él. Eso es lo que todavía no comprendo y me atormenta.
Y me pregunto: ¿quién es mi esposa? ¿Realmente la conozco?
Un mes mas tarde, en octubre de 1997, él organizó su tercera entrada a EE.UU. Cruzó la frontera por Brownsville, Texas, y el segundo retén la cruzó haciéndola pasar por la madre de un niño menor de edad que el mismo le proporciono. Aunque la detuvo el CBP (Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos), la dejaron ir porque iba acompañada por un niño menor de edad. Tomaron su información, huellas y le entregaron algunos documentos, permitiéndole continuar en un autobús desde la garita de Sarita, Texas, hasta Houston.
Cuando llegó a Houston, la recogieron en la central de autobuses, por personas que eran parte de la banda criminal y la llevaron a un departamento con los demás migrantes. Allí le quitaron el niño y los documentos. Después llegó esa persona, la recogió y se la llevó a Florida, donde vivía la familia de ella.
Pareciera que es una historia de amor puro a primera vista, que se vieron y se enamoraron, y vivieron muy felices, pero la historia no fue así. Las consecuencias de lo que hacemos siempre llegan, y esta no es la excepción.
En Florida, al principio vivió con su tía hasta finales de 1999, y él con ella. Después él la llevó a un cuarto en un apartamento que le alquiló un amigo. Lo compartía con otra pareja.
Allí comenzó su historia, viviendo juntos como esposos con un hombre que apenas unos meses atrás había conocido, y a quien ya se había entregado completamente.
Según mi esposa, él trabajó en un hotel, pero a veces desaparecía con el pretexto de visitar a “su familia”. Era obvio que nunca dejó atrás su vida criminal. Y no, no estoy exagerando: era un criminal. Usaban niños para meter inmigrantes, sin importar cómo los obtenían ni lo que les pasara. La banda para la que trabajaba era grande y muy peligrosa. Si no pagabas el faltante de dinero se volvian agresivos.
Pero como les dije, esta historia de amor que mal comienza, mal termina.
Ella dice que él comenzó a cambiar su comportamiento con ella; como ya había conseguido lo que quería, el verdadero “yo” de él se mostró. La comenzó a maltratar. Él la golpeaba.
La humillaba. Desaparecía por semanas o meses dejándola sola.
Una vez la sacó desnuda en plena noche con frío, según ella, por negarse a tener sexo con él. La obligó a inyectarse medicamentos para no tener hijos, porque el no queria formar una familia con ella, para el solo era una presa mas de su rebaño de mujeres.
Y sin embargo… vivió con él. Me pregunto un millón de veces: ¿por qué no lo dejó? ¿Por qué siguió con él a pesar del maltrato y sabiendo a lo que él se dedicaba? Tenía su familia en Florida, ¿por qué? No puedo soportar esa pregunta. ¿Será que ella estaba profundamente enamorada de ese hombre malvado? ¿Será que le gustaba cómo le hacía el sexo? ¿Qué era? Ella decía que era por miedo… pero no le creo, no.
Con solo una llamada hubiera solucionado el problema. O simplemente, cuando él se iba, ella podía haberse ido con su hermana o sus tías que vivían cerca.
Ella me miente. Y no creo nada de lo que me dice. No siento su sinceridad, pero hago como que le creo porque la amo y me duele hechar a perder nuestro matrimonio.
En noviembre de 1998 se mudaron a Houston. ¿Adivinen por qué?
Porque en Houston estaba el negocio del tráfico de inmigrantes y ganaba más dinero; era más redituable.
Y ella con él. Sí, ella no dijo nada y se vino con él, alejándose de su familia. Prefirió seguir con él que con su familia.
Es por eso que no le creo nada de lo que me dice. En Houston, él rentó un apartamento para vivir con ella.
Y entonces ocurrió lo inevitable.
El 31 de marzo de 1999, el FBI lo arrestó. Ya estaban investigando a toda la banda, pero primero cayó él. Fue a recoger a la central de autobuses a los migrantes, y allí mismo lo arrestaron.
Fue a la cárcel, y cuando lo interrogaron, como un cobarde traidor delató a toda la banda para salvar su pellejo. Ni siquiera como criminal mafioso tuvo honor como hombre.
Después de esa información que le dio al FBI, más tarde arrestaron a toda la banda y les pusieron varios cargos criminales. Él enfrentaba hasta 45 años de cárcel, pero como delató a toda la banda le dieron la oportunidad de defenderse desde afuera, otorgándole una fianza. Estaba clasificado como “testigo material” porque había hecho un acuerdo de colaboración —o como muchos lo llaman, “rata”— para que le dieran menos años en la sentencia.
Aquí paso algo que me parte el corazón y es por eso que no cren en nada de lo que ella me dice. Mientras el estaba en la carcel, del 31 de marzo hasta el 14 de abril de 1999, mi esposa se fue a vivir con unas amigas de su país que vivian en la misma propiedad de los apartamentos. Cuándo el salio de la carcel el 14 de abril, es fue a buscara con sus amigas y se fue a vivir con el nuevamente. Ella tuvo la oportunidad de dejarlo, pero no fue así, se fue con el sabiando todo lo que el hacía. Este caso se volvió nacional, difundido en los medios, porque involucraba el uso de niños. Es por eso que no le creao nada de lo que me dice, si el la maltrataba, le pegaba y sabía de sus actividades criminales y peor aun ya lo habían arrestado, ¿Porque se fue con el? Después de todo lo que le hizo, y aun sabiendo sus delitos, siguió con él.
¡Wow! Eso sí era amor del bueno… ya no hay mujeres así: que las puedes maltratar y dedicarte a actividades criminales, y ellas, como una perra fiel, siguen contigo hasta la muerte. Perdón, estoy enojado y frustrado. Y eso… eso me duele profundamente.
Y yo me pregunto:
¿Estaba tan enamorada de un canalla como ese?
¿Quién era ella realmente?
¿Solo estoy en su vida por interés?
A veces pienso así. Y me duele.
Mi esposa tuvo mucha fortuna, porque la pudieron haber arrestado a ella también y haberla acusado como cómplice o por conspiración.
Pero él tenía sus propios planes, y no la incluía a ella.
A los pocos días de haber salido de la cárcel, aprovechó para huir fuera del país, sin ella. Pero ella no lo sabía, pensó seguirlo como una perra en celo. Pero a el no le importaba mas que salvar su propio pellejo. Después cuándo llegó a su país huyendo le siguió llamando a ella, pero en esta ocación ella prefirio quedarse, hasta que por fin tomo una buena desición.
Y aquí comienza mi historia. En ese mismo tiempo, aproximadamente en abril de 1999, yo frecuentaba un bar donde me distraía viendo el fútbol y pasando un rato tranquilo después de trabajar. Ella comenzó a trabajar en ese bar como cajera. Allí la vi por primera vez. No sabía nada de lo que ella estaba pasando. Un hermano mío, que trabajaba como encargado de ese bar, me la presentó.
La vi delgada, seria. No tenía la más mínima idea de lo que ella estaba viviendo, ni mucho menos que iba a ser la madre de mis tres hijos y la mujer que Dios me iba a dar como esposa.
En abril de 1999 empecé a trabajar como encargado en lugar de mi hermano.
Ella cambió de posición y ahora era mesera. Muy puntual, muy buena trabajadora y responsable y atenta con los clientes. Me comenzó a gustar y su forma de ser me agradaba. A finales de ese año, la invité a salir. Y a partir de ese momento comenzó a construirse mi futuro con ella.
No me contó nada de su pasado. Solo me dijo que había terminado una relación recientemente. Más adelante me contó un poco, pero no todo. Yo no sabía su historia. Solo quería conquistarla.
Ella aceptó salir conmigo a finales de 1999, y después me aceptó como novio. Así estuvimos todo el año 2000, hasta más o menos abril del 2001, cuando decidimos vivir juntos. Para mí era la primera vez que iba a vivir con una mujer. Era algo tímido. Ella era alegre, no era tímida. Me gustaba cómo era. Yo, algo celoso, y no me gustaba que tuviera tanta confianza con los hombres.
En 2002 nació nuestro primer hijo. Luego vinieron dos más, en 2005 y 2008.
Y desde que comenzamos a salir, ella ha sido fiel, leal, dedicada. Juntos hemos construido una familia hermosa.
Todo era felicidad con ella y mis tres hijos. Ya teníamos una casa donde vivíamos, pero, como cosas de la vida, la pesadilla comenzó en el 2011, cuando dos agentes federales llegaron a mi casa a buscar a mi esposa.
Vinieron a interrogarla porque tenían registros que mostraban que él la había puesto como su esposa en la aplicación del apartamento donde vivían juntos en 1999. Me dijeron que, para ellos, ella era su esposa.
Yo les respondí que no, que ella era mi esposa y que nunca se había casado legalmente con él, pero ellos insistieron: “Para nosotros, ella es su esposa.”
Estuvieron juntos desde septiembre de 1997 hasta el 20 de abril de 1999. No se casaron ni por la iglesia ni por la corte, pero los agentes del FBI lo tomaron como que sí era su esposa porque vivieron juntos más de un año.
Los dejé entrar porque pensé que era mejor, y mi esposa no tenía nada que esconder. La interrogaron durante un poco más de media hora.
Ella les dijo que no sabía nada de él, que solo había escuchado, por medio de una señora, que lo habían asesinado en su país —donde también vivía mi esposa cuando se conocieron—.
Ellos se fueron, y afortunadamente no le pusieron cargos.
No sé si le creyeron o qué pusieron en el reporte, pero como ya pasaron varios años, pienso que todo salió bien.
Para mí, todo esto fue muy difícil. Habían llegado los problemas del pasado de mi esposa a mi casa, con mis tres hijos. Yo vi que ellos traían un folder con mi nombre. Era obvio que ya me habían investigado, y me imagino que también a ella.
En ese tiempo, ella estaba temporalmente amparada por el TPS (Estatus de Protección Temporal) desde marzo de 1999 hasta el día de hoy. Solo estamos esperando que el presidente Trump tenga misericordia y lo vuelva a extender.
Yo me naturalicé ciudadano americano y mis hijos nacieron siendo ciudadanos americanos.
La situación migratoria de mi esposa todavía sigue en proceso debido a la gravedad de su situación, ya que ella entró tres veces, y las tres veces fue detenida. Pero la última es la más complicada porque involucra a un niño menor de edad que su ex le proporcionó, y eso es lo que me preocupa: que la vinculen con él y le pongan cargos federales por cómplice.
Y esa historia con él la persigue a ella, y ahora a mí y a mis hijos.
Todavía estamos peleando su situación migratoria con la sombra de su pasado. Espero en Dios que podamos resolverlo.
Actualmente, con el presidente Trump, las cosas con inmigración se han puesto más difíciles. Decidí que enfrentáramos la situación sin temor. Contratamos un abogado, quien obtuvo su historial de inmigración, llamado FOIA.
Y allí nos dimos cuenta de que ella tiene una orden de deportación por no haberse presentado a corte. Sacamos el historial criminal de mi esposa y de esa persona, su ex.
Ella está limpia. Pero él, no.
Cuándo lo arrestaron el dijo que vivia con ella en la dirección que el mismo proporcionó. La vincula solamente por la dirección. Pero tenemos miedo de que al someter la moción para abrir el caso de deportación, ellos pregunten por esa persona y la relación con mi esposa, y vean que ella sabía todo de él y fue cómplice de todo lo que hizo. Y por lo tanto la acusen de conspiración.
En ese momento fue cuando me di cuenta de toda la verdad, que ella había minimizado todo lo que él era. Tenía seis cargos criminales de felonía agravada. Usaban niños rentados. Le pagaban a sus padres para que les prestaran a sus hijos para que fueran acompañantes de los migrantes y así poder pasar a EE.UU. con una ley que decía que todos los migrantes acompañados por menores tenían que dejarlos entrar a Estados Unidos.
Era un gran negocio que daba frutos millonarios.
Me di cuenta de que él era un gran criminal a gran escala… y ella lo minimizó.
Yo me enojé mucho con ella por no haberme dicho toda la verdad.
No sé si es exagerado, pero a mí me afectó mucho conocer toda la verdad sobre la clase de persona con la que mi esposa se había involucrado. A veces lloro dormido. No por celos. Por heridas. Pienso en su intimidad. En lo que compartieron. No quiero juzgarla. No soy mejor que ella. Solo diferente. Y si Cristo nos alcanzó a ambos… entonces hay esperanza para seguir.
“Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.” – Salmo 147:3
Cristo me encontró también.
Me enseñó a perdonar.
A amar.
A ver que ella ya no es esa mujer… y yo tampoco el mismo hombre.
La situación migratoria de mi esposa sigue en el vacío, pero lo vamos a enfrentar juntos. Ya tenemos al abogado y él sabe toda la historia. Vamos a tratar de abrir el caso. Esto es para contarselos en otra historia.
Si tú estás leyendo esto…
y también luchas con el pasado de alguien que amas…
déjame decirte: Cristo también puede sanar tu corazón.
No estás solo.
Yo también estoy aquí.
Luchando. Orando. Sanando.
Mi historia no es perfecta.
Pero es real.
Y si Dios puede usarla para tocar otro corazón…
entonces, valió la pena contarla.